En España nos quejamos que tenemos muchos problemas, y es cierto, pero una de las raíces de todos nuestros problemas es la demografía. Hoy quisiera profundizar en este problema.

España es después de Francia el país con más extensión de la Unión Europea y, sin embargo, su población no llega a cuarenta y tres millones, mientras Alemania sobrepasa los cien millones y Francia e Italia llegan a ochenta millones.

España ha dado un paso de gigante en los últimos 35 años y eso se debe fundamentalmente a la incorporación de la mujer al mundo del trabajo fuera de casa. La mujer lleva siglos dedicándose a sus labores y a trabajar la tierra y la mayoría de las veces con muy poca productividad.

La inversión en educación a partir de la democracia ha hecho que la mujer desarrollara sus facultades que llevaba dentro.

Los hombres de los años 80 y 90 no evolucionaron para adaptarse al nuevo escenario: una mujer más formada y más preparada. Y esto ha provocado en España un grave problema con la multitud de separaciones y divorcios que no se conocían durante siglos. Las separaciones o divorcios eran contados y daban una estabilidad a la familia seguramente gracias a la heroicidad de las mujeres. El matrimonio por amor es la institución más maravillosa de este mundo. Pero para enamorarse tenemos que tener en cuenta que el hombre y la mujer son muy distintos y la forma de enamorarse lo hacemos de forma diferente.

En el hombre el amor le entra por los ojos y a la mujer le atrae la personalidad del hombre. La mujer necesita ser amada y al hombre le pierde el físico de la mujer.

La mujer ha evolucionado casi siempre a mejor y de ahí la gran aportación a la riqueza de este país. Han aparecido nuevos problemas en poco tiempo, la masa laboral se ha multiplicado por dos y nos extraña que tengamos un paro del 20%.

El hombre no ha asimilado que la mujer pueda sobresalir en el mundo profesional y se ha anclado en una actitud de tiempos antiguos en que el hombre era el rey de la manada. La mujer exige con toda razón que el hombre colabore en las tareas domésticas pues ella también viene cansada y estresada de trabajar fuera de casa. El hombre que ha llegado a altas cotas en el mundo de la pintura, de los negocios, de la cocina, posiblemente por su capacidad de riesgo, tiene que bajarse del pedestal y adaptarse a la nueva mujer. Habrá más compromisos sin miedo y por tanto más matrimonios.

Los que llevamos 50 años casados podemos decir, sin lugar a duda, que vale la pena. No han faltado dificultades pero el amor lo ha superado siempre. El fruto es patente: la familia, no verse solo y estar siempre acompañado de hijos y nietos. Hay hombres que han sabido adaptarse a los nuevos tiempos y no tienen inconveniente en limpiar los culitos de los niños o ayudar a cocinar.

Nuevos tiempos, nuevos hombres, nuevas mujeres. Dios nos ha regalado el mundo, el hombre y la mujer. Por favor no los matemos.

*Miembro del Club 55