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José Manuel Ponte

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José Manuel Ponte

El marqués de Del Bosque

Con la eliminación de España por Italia en la Eurocopa de fútbol la mayoría de la crítica deportiva coincide en opinar que se ha acabado la era Del Bosque y debe buscarse de inmediato un nuevo seleccionador nacional y muy posiblemente proceder también a una renovación a fondo del grupo de jugadores que tantos éxitos ha cosechado en estos últimos años. Y aún no acababa de consumarse la derrota sobre el césped del estadio, ni los jugadores habían terminado de limpiarse la tristeza bajo la ducha, que hubo quien tuvo el descaro de exigirle al seleccionador que anunciase su dimisión a la puerta de los vestuarios. Con urgencia y avergonzadamente, como si el técnico salmantino fuese el único culpable de lo sucedido.

En España, ya lo advertía Ortega y Gasset, somos muy partidarios de empezar las cosas desde cero después de haber arrasado de forma inmisericorde con lo anterior. Un rasgo de carácter muy negativo que nos ha costado no pocos disgustos. Lo cierto es que la etapa de seleccionador de Del Bosque (lleva en el cargo desde el año 2008) ha sido muy fructífera y exitosa. Ha ganado el Campeonato Mundial en el año 2010, el Campeonato de Europa en 2012 y batido el récord mundial de partidos ganados sucesivamente en competiciones oficiales. Además de eso, es el único entrenador del mundo que ha conseguido conquistar el título mundial y el europeo tanto en la categoría de clubes como en el de selecciones nacionales. Y todo ello sin perder la compostura ni la tranquilidad y sin incurrir en los excesos emocionales o polémicos que son tan frecuentes entre los de su oficio.

Mantener esa línea de conducta durante tantos años, sin torcer el gesto y encajando con deportividad tanto los éxitos (muy abundantes) como las derrotas (tan escasas) le ha granjeado el aprecio general. Y por si le faltaba algún título para coronar una trayectoria deportiva impecable, el Rey anterior le concedió el marquesado de Del Bosque, una distinción que entre sus detractores (que nunca faltan para acompañar una carrera de éxito) siempre se pronuncia con un deje de envidiosa ironía.

El cargo de seleccionador nacional de fútbol es uno de los más difíciles de ejercer y cualquiera que sea el que lo ocupe transitoriamente es objeto de un fuego cruzado de críticas adversas. Suele decirse, parodiando la conocida frase de Napoleón, que cada uno de nosotros llevamos un seleccionador dentro de la mochila, lo que en un país ferozmente individualista no propicia la unanimidad. Pese a ello, la etapa de Del Bosque nos trajo el milagro de apaciguar las aguas turbulentas de la polémica de café. Entre otras cosas, porque gracias a sus éxitos fue capaz de librarnos para siempre de ese complejo de inferioridad que nos abrumaba por no haber alcanzado nunca la gloria de un campeonato mundial. Una desgracia que en un país tan futbolero como el nuestro se llevaba muy mal.

Por todas esas razones, creo que Del Bosque se ha ganado el derecho a irse a su casa sin que lo empujen y tras un periodo de tranquila reflexión con las mismas autoridades deportivas que lo nombraron hace años. Va a ser difícil encontrar otro que lo iguale. En éxitos y en comportamiento. Hasta otra, marqués.

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