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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

La Virgen lo ve todo

Conozco de antiguo (en cuanto hombre público, claro) al ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz. De cuando yo estaba destinado en Asturias y él era el gobernador civil más joven de los nombrados por la UCD, el partido que fundó Adolfo Suárez para asegurar el tránsito de la dictadura a la democracia. Y la verdad es que no me sorprende casi nada de lo que le pasa sabiendo sobre su trayectoria política y personal, porque ya entonces le gustaba meter la nariz donde no debía y usar los resortes de poder que controlaba en beneficio exclusivo de su partido. Una concepción franquista del servicio público de la que aún no nos hemos desprendido pese al largo tiempo transcurrido.

Los últimos años de la vida del señor Fernández Díaz han sido particularmente intensos. En lo personal estuvieron marcados por la crisis religiosa que sufrió en la ciudad del vicio de Las Vegas al recibir una señal desde lo alto que le hizo recapacitar sobre la mundaneidad de su existencia y convertirse, a partir de ese momento, en un furibundo ultracatólico. Una furibundia que, cuando ya había sido nombrado ministro del Interior, le llevó a conceder las máximas condecoraciones policiales a la Virgen del Amor y a la Virgen del Pilar, quizás la Virgen más condecorada de España, ya que también es capitana general del Ejército gracias a los méritos contraídos en la lucha contra las tropas napoleónicas. (Cuando el que esto firma hizo el servicio militar, los reclutas debían saber de memoria que en España solo había tres capitanes generales: el general Franco, el general Muñoz Grandes, y la Virgen del Pilar. Ahora, a todos estos se les ha sumado el general Gutiérrez Mellado, que convirtió en un acto heroico el zarandeo que le propinó el golpista Tejero en el Congreso el 23 de febrero de 1981).

Y si en lo personal la biografía de Fernández Díaz está repleta de hechos curiosos, en lo político no es menos agitada. Desde que fue nombrado ministro del Interior no ha cesado de protagonizar actuaciones polémicas. Empezando por la llamada "ley mordaza", un instrumento represivo que no tiene parangón en Europa, y terminando por sus medidas arbitrarias contra el independentismo catalán que han producido el efecto contrario de fabricar más independentistas.

La lista de sus meteduras de pata es abundante y ahora ha culminado con la difusión de una conversación grabada en su despacho hace ya dos años en la que puede oírsele alentando una conspiración contra los partidos nacionalistas catalanes junto con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña. Nadie puede dudar de que el autor o autores de la grabación esperaron el momento oportuno (el fin de campaña de unas elecciones de incierto resultado) para hacer la revelación. Pero en cualquier caso no pueden ocultar la incompetencia del ministro ni tampoco su falta de control sobre la policía que está a sus órdenes, pese a que hizo una profunda limpieza en su cúpula a poco de tomar posesión de la cartera de Interior. Me viene a la memoria una canción de la escuela en una de cuyas estrofas se decía "Mira niño que la Virgen lo ve todo...". Era una llamada a la prudencia.

Y el ministro debería haberlo sabido.

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