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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La ruina

A partir de la idea -que no todos tienen por probable- de que los cálculos sindicales de Unións Agrarias sean correctos, y que en efecto dos mil ganaderos gallegos estén trabajando por debajo de los precios de coste, y por tanto al borde de la ruina, el dato que más llama la atención, además de ése, es que nadie salvo Roberto García y su entorno, parece darse por enterado. Y eso que se habla de medio país y que esa mitad, sobre todo en el interior, forma parte de algo que no debiera olvidarse: la propia esencia del alma gallega.

La situación, y la ausencia de respuestas, puede ser síntoma de un mal antiguo que afecta también a quienes se proclaman nuevos actores de la cosa pública. Algo que no extraña demasiado en Ciudadanos, que aparentan no conocer del campo gallego más que que es un sitio donde hay toxos y algunas vacas, pero sí en Podemos, que presume de estar en todo lo que signifique defensa del proletariado, sea rural o urbano.

Claro que, ya puestos -y siempre en términos de opinión personal- es más raro aún que tampoco el PSOE se haya puesto las pilas para abordar un asunto estrella en un sector que le dio su respaldo en el 2005, cuando el PP perdió la mayoría absoluta. Y como Unións es UGT, y UGT a su vez sólo se entiende ahora desde el PSOE, el olvido de la ruina que amenaza a lo que podría ser su salvación, o al menos su respiro electoral, parece propio de inútiles o de boicoteadores. Y de todo puede haber en la viña de esos señores.

Dicho todo ello resulta imprescindible también una referencia a la Xunta. Y no porque el Gobierno gallego no haya hecho intentos serios para mediar en el problema de los precios lácteos o procurar que las industrias -sobre todo- entrasen en razón, sino por otra evidencia: sus esfuerzos no han tenido éxito. Y por lo tanto no le queda otro camino que ensayar otras vías porque lo único que no puede aceptar es la ruina de un sector clave no ya por su repercusión económica sino también por su papel en la vertebración razonable de este país.

La responsable de Agricultura y Ganadería, que no es nueva en la plaza pero sí en el cargo, tiene ante sí dos retos, le gusten o no. El primero, claro, resolver al menos en parte el fondo de un problema complejo y que la propia normativa europea hace aún mas difícil. El segundo, dados los tiempos que se viven, contribuir a que la confianza en quienes rigen todo eso vuelva a estar presente. Todo el mundo sabe que no será una tarea fácil, pero muchos dicen que la conselleira tiene capacidad para lograrlo. De hecho, se supone que está ahí para hacerlo: ahora solo le falta demostrarlo, y tiene algo de tiempo para intentarlo. Pero no le sobra.

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