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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

El dinero veranea todo el año

El dinero, que tiene vocación de veraneante de lujo, se va de España a islas paradisíacas como las Caimán, las Vírgenes Británicas, las Bahamas, las Cook o las Marshall, mayormente situadas en el Caribe. Son paraísos (fiscales) en la tierra donde los cuartos viven divinamente, fuera del alcance de las garras de Hacienda.

Gracias a los Papeles de Panamá -que son un papelón para muchos- vamos conociendo ahora los nombres de los propietarios de esa pasta que está de vacaciones todo el año; pero lo cierto es que ya había sospechas.

Los ciudadanos con posibles han tenido desde siempre lugares de refugio que a menudo les sugerían sus propios bancos. Era, por así decirlo, un rasgo de elegancia social. Aquel del que no se rumorease que mantenía cuenta numerosa y numerada en cualquier archipiélago caribeño -o al menos en Suiza-, pasaba a ser una especie de proscrito en los círculos de la buena sociedad.

Hay variantes locales de esta costumbre, naturalmente. Parece ser que los Pujol de Barcelona, por ejemplo, preferían Andorra por razones de proximidad y quizá también porque en ese Principado se habla catalán. Los deportistas de élite, a su vez, tienden a domiciliar sus billetes y sus cuerpos en Mónaco y otros miniestados de cuento de hadas, que tan buenos escenarios ofrecieron en su momento a las superproducciones de Hollywood.

El paraíso propiamente dicho está, sin embargo, en las islas y, de preferencia, en las del Caribe. Ya en época tan temprana como el siglo XVII, los piratas que asaltaban los barcos españoles encontraron un magnífico lugar para esconder sus tesoros en la Isla Tortuga, que fue un paraíso fiscal incluso antes de que se forjase el concepto. Caribeña como las que ahora eligen los potentados de todo el mundo para guardar sus caudales, aquella ínsula Barataria sirvió de precedente e inspiración a los modernos filibusteros.

Indignados por las últimas noticias que llegan de Panamá, los jerarcas de la Unión Europea quieren poner coto ahora a estos paraísos isleños, aunque no es seguro que vayan a echarle demasiado empeño al asunto.

Difícil será que lo hagan, si se tiene en cuenta que el presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, desempeñó anteriormente el cargo de primer ministro de Luxemburgo. Aun sin tener la condición de isla, ese Gran Ducado pasaba por ser uno de los edenes fiscales en los que la gente adinerada pone a salvo del Fisco sus cuartos. Y no parece razonable que se confíe al zorro el cuidado de las gallinas.

Quizá la UE haya llegado a la conclusión de que los ricos como Dios manda no pagan impuestos, salvo minutísimas excepciones. Lo dijo hace algunos años, por si hubiera duda, el todavía ministro de Economía en funciones, cuando ejercía de secretario de Estado de Hacienda. Con rara sinceridad en un político, el mentado Cristóbal Montoro daba por hecho que los poseedores de grandes patrimonios y cuentas corrientes nunca han pagado en España los tributos adecuados a su ingente fortuna.

Es natural. A los millonarios se les supone el dinero suficiente para contratar abogados y expertos fiscales que los guíen en su lógico deseo de no pagar más que lo mínimo, o ni siquiera eso. Lo que la experiencia sugiere es que al final siempre encuentran una isla en el Caribe y un abogado en Panamá para que su dinero siga veraneando tan ricamente fuera del alcance de Hacienda. En eso consiste el Paraíso.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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