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José Manuel Ponte

inventario de perplejidades

José Manuel Ponte

Tamaño de las banderas

Al patrón de un pesquero coruñés, la Capitanía Marítima de Santander le ha comunicado la apertura de un expediente sancionador por el hecho de haber permitido colocar en su barco una bandera gallega de un tamaño superior a la enseña española que preceptivamente estaba obligado arbolar a popa en lugar preferente. De confirmarse la sanción, por una falta que la legislación aplicable al caso estima como grave, el patrón del Cabo de Hornos 2 podría ser multado hasta con 120.000 euros, lo que desde la distancia, y sin meterse en honduras legales, parece una enormidad.

En su descargo, Manuel Iglesias, que así se llama el encausado, argumenta que esas dos banderas llevan conviviendo en su barco desde hace bastante tiempo, que la española es de superior tamaño a la gallega y que hasta la fecha ninguna autoridad marítima le ha reprochado como ilícita esa conducta en la que no aprecia mayor malicia y menos aun falta de patriotismo, ya que Galicia, que él sepa, es una nación dentro del Estado español y no una potencia extranjera.

Además de eso, califica como falto de equidad el celo sancionador con que se le persigue mientras en otros supuestos se hace la vista gorda y se guardan los reglamentos en el cajón por intereses políticos. "Yo me pregunto si los agentes de la Patrulla Fiscal que me denunciaron no tendrían nada mejor que hacer. ¿Cuántos edificios públicos hay en Cataluña, en el País Vasco y en Galicia que no exhiban siquiera la bandera española, sin que nadie sancione a sus responsables?". La queja de Manuel Iglesias parece razonable.

En el reportaje que firma Gemma Malvido, una excelente periodista de Bueu muy sensible hacia los problemas de la gente del mar, se puede ver una foto del patrón cogiendo los cabos de los que penden las banderas del conflicto. Y a ojo de buen cubero, el tamaño de la enseña española parece de mayor tamaño que el de la gallega, sin que la convivencia entre ellas nos llame más la atención que la que pueda darse en el balcón de un ayuntamiento o de cualquier otro edificio público donde por cierto la extensión de la tela es parigual. Al margen de todo ello, no parece este el momento oportuno para trasladar al modesto (y muy castigado) ámbito de la pesca de bajura las tensiones de la llamada "guerra de banderas" con que la clase política nos atormenta desde hace tantos años.

En el País Vasco fue un pretexto formidable para enrarecer las fiestas veraniegas en prácticamente todos los concejos y en bastantes de ellos la polémica degeneró en incidentes de orden público. Luego, el problema se trasladó a Cataluña donde el 24 de septiembre del pasado año tuvimos en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona el chusco episodio de la exhibición de la estelada a cargo de Albert Bosh y la inmediata réplica con la enseña nacional española de Alberto Fernández Díaz, el hermano del actual ministro del Interior.

Y todo ello, sin necesidad de recordar, desde el bando de las esencias nacionales en formato tela, la colocación en la madrileña plaza de Colón de una gigantesca bandera española de varias toneladas de peso entre el mástil y la tela. Desplegada sobre el Cabo de Hornos 2 seguramente lo hundiría por exceso de patriotismo.

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