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Julio Camba y A Langosteira

Recientemente me han regalado el libro Galicia del que es autor Julio Camba, el periodista, escritor e insigne paisano. Un volumen que en realidad es una antología de artículos, en uno de los cuales, que titula Vigo y Pontevedra, tras significar cierto relativo paralelismo con Barcelona y Madrid, dedica varios elogios a nuestra ciudad, haciendo hincapié en que supo desarrollarse para abrazar y complementar a su puerto. Ejemplarizando así su defendida teoría de que hay que hacer ciudades para puertos que las merecen y no puertos ilógicos para ciudades que no los merecen. Supongo que el autor se referiría a las condiciones naturales del lugar en que se ubican.

El juicio de Julio Camba me sugieren estas líneas, porque, compartiendo su opinión, es lógico recibir con desagrado e indignación el derroche que se acumula en A Langosteira, una infraestructura que pone en evidencia una poco afortunada administración de fondos públicos, pues aunque la avanzada tecnología actual es capaz de salvar grandes dificultades, hay casos en que la madre naturaleza señala una línea roja que no es posible superar; e incluso, si hubiese una remota posibilidad de lograr el objetivo, habría que acatar lo determinado por el ratio de coste-eficacia.

El diagnóstico lo da con toda claridad constatar un agujero sin fin que obliga ahora a la sarcástica necesidad de que la Autoridad Portuaria tenga que vender un hotel y un recinto deportivo para un momentáneo alivio a su asfixia.

Como es notorio, tratando de mejorar su capacidad portuaria, la bella y acogedora ciudad de A Coruña decidió dar un salto para fabricar un puerto exterior que está resultando un saco sin fondo que traga ingentes cantidades de euros, sabiendo que no pueden evitar que durante muchos días de cada año la actividad del faraónico puerto estará bajo descorazonadores mínimos. ¿Habrá que buscar la justificación en la rivalidad y competencia con Vigo?

En cualquier caso, hay que aceptar que las condiciones naturales del tradicional puerto coruñés, siendo importantes, no pueden emular a las del de Vigo, cuyo amplio calado de aguas se ve protegido por la barrera natural de las Cíes, protagonizando con frecuencia el rol de puerto refugio; mientras que la alternativa del puerto exterior está dando sobradas muestras de ineficacia, haciendo pensar que los euros que se entierran en A Langosteira forman parte de una resta y que los que pudieran venir a Vigo -que también los necesita- podrían encuadrarse en una suma, tal vez una multiplicación.

Por eso opino, sin ensañamiento ni afán de arrimar el ascua a la sardina propia, que no es defendible la administración que se está haciendo de caudales públicos y que así lo acreditan los hechos. Bastaría recordar el sonado episodio del transporte de un buque a bordo de otro navío, cuyo embarque se intentó reiteradamente en A Langosteira, sin conseguirlo al amparo de aquella fastuosa obra; esta imposibilidad determinó que el buque se remolcase hasta Vigo, donde la operación se llevó a cabo sin ningún tipo de incidencias y el barco pudo iniciar su curiosa singladura con toda normalidad. Fue un luminoso contrapunto de Vigo al borrón de A Langosteira, pese a lo cual la injusta discriminación hace que la lluvia de millones siga buscando la sombra.

La crítica a este despilfarro, que está plenamente justificada, debiera servir como argumento reivindicativo cuando se pretenda buscar el apoyo de caudales públicos, porque aunque Julio Camba cronológicamente no pudiera referirse a A Langosteira, su posicionamiento resultó premonitorio y se ajusta como anillo al dedo, si se ejemplariza con el exterior puerto coruñés y el abrigado puerto de Vigo.

Es decir, que deben hacerse ciudades para puertos que las merezcan y no puertos ilógicos para ciudades que por razones naturales no los merecen.

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