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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

La UE jubila al 'binladen'

Antes de que una mayoría de europeos conozca la grata experiencia de tenerlos en el bolsillo, los billetes de 500 euros van a desaparecer, igual que aparecieron, por orden del Banco Central con sede en Frankfurt. El presidente de la entidad, Mario Draghi, estudia la manera de eliminarlos sin que se note mucho, tras comprobar que se utilizaban para el blanqueo de dinero e incluso la financiación del terrorismo.

Nada más natural. El de 500 es un billete misterioso al que en su día se bautizó con el nombre de Bin Laden, porque le sucedía lo mismo que al ya fallecido líder de Al Qaeda. Todo el mundo hablaba de él, pero nadie lo había visto.

El binladen fue la moneda oficial del pelotazo en España durante los años gloriosos de la especulación, cuando el precio de un piso subía milagrosamente de un mes para otro. Las casas llegaron a alcanzar valores estratosféricos, lo que obligaba a las dos partes contratantes de la compraventa a acordar el pago de una parte de la vivienda en dinero negro. Y ahí entraban en juego los billetes de 500, tan útiles para ser guardados en el breve espacio de un maletín.

A nadie sorprendía entonces -hace de esto diez años- la exigencia de dinero invisible para el pago de una transacción inmobiliaria entre particulares. Alguna pista da el hecho de que uno de cada cuatro binladens emitidos por el Banco Central Europeo estuviese en circulación en España por aquella época de vacas gordas y ladrillo al alza. El dato, a todas luces anómalo, despertó en su momento el interés de Hacienda; pero lo cierto es que la investigación no pasó a mayores. Se conoce que el enorme volumen del fraude excedía las posibilidades de la Agencia Tributaria.

No era el momento más adecuado para meterle mano a aquella caudalosa circulación de dinero de clase B fomentada por el casino del ladrillo y las facilidades que ofrecían al usuario los billetes de tan alta denominación como el binladen.

Por entonces se construían en España más viviendas al año que la suma de las edificadas en Francia y Alemania: dato que acaso dé pistas sobre el elevado número de ciudadanos que entraron a título particular en el mercado de la especulación. No solo los grandes constructores se forraron con aquel espejismo de prosperidad que dejó el país hecho unos zorros tras el reventón de la burbuja inmobiliaria.

Las gentes del común tendían a atribuir la culpa de todo aquello a los cohechos de los políticos que se llevaron calentito a casa (o a Suiza y Andorra) el dinero de la correspondiente comisión. Y, si acaso, a los constructores que debían aflojar la pasta a cambio de que un alcalde o un concejal de Urbanismo transformasen por arte de birlibirloque una zona verde en terreno edificable.

Conviene admitir, sin embargo, que también fueron muchos los españoles que, a título individual, cayeron en la tentación de entrar en el casino de la vivienda: esa mercancía mágica que nunca iba a bajar de precio. Solo así se explica que el billete de 500 euros llegase a ser tan popular en España, como si todos los comercios anduviesen sobrados de cambio.

Ahora que ya no sirve de gran cosa, salvo a los contrabandistas, el otrora famoso binladen está a punto de ser jubilado por el Banco Central Europeo. Habrá quien lo eche de menos, aunque jamás lo haya visto. Misterios de la moneda.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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