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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Hermano cerdo

Más que el lobo al que Francisco de Asís trataba fraternalmente, el verdadero hermano del hombre podría ser, de aquí a poco, el cerdo. Esa es al menos la esperanza de un grupo de investigadores de Harvard que trabajan en la modificación de los genes del gorrino para que sus órganos puedan ser trasplantados al ser humano.

Decidido a echarle riñones (e hígados y lo que haga falta) al asunto, el equipo del doctor George Church utilizó una técnica de edición genética denominada CRISPR para limpiar de ciertos virus dañinos las células del puerco. El resultado ha sido tan prometedor que, en opinión del experto en trasplantes David A. Dunn, "nos acerca a un suministro ilimitado" de órganos. Nunca tuvieron más razón quienes sostienen que del cerdo se aprovecha todo.

La idea de utilizar a este simpático animal como proveedor de repuestos para las piezas estropeadas del cuerpo humano viene ya de atrás. Allá por la década de los noventa, varios investigadores -entre ellos, los de un hospital de A Coruña- comenzaron a sondear las posibilidades de transferir órganos de cerdo a humanos. El llamado xenotrasplante tropezó, sin embargo, con dificultades de compatibilidad vinculadas a los virus presentes en el ADN del cochino.

Lo que los investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard parecen haber encontrado ahora es, precisamente, un método para reprogramar el genoma porcino y limpiarlo de esas imperfecciones. Aún falta mucha tela que cortar y bastantes genes en los que hurgar, pero ya no resulta inverosímil la facturación de cerdos genéticamente modificados cuyos órganos sirvan para trasplantes.

La esperanza de los científicos se funda en el antes mentado CRISPR, técnica que permite "editar" el genoma de parecido modo a como un escritor pule las faltas de concordancia o los errores de ortografía de un texto. Más allá de la clonación de ovejas y gallinas, el método ayuda a personalizar el ADN para la obtención, pongamos por caso, de órganos trasplantables con bajo riesgo de rechazo.

La ciencia ha redimido de esta singular manera al cerdo, animal considerado impuro por dos de las tres religiones del Libro. Si un probable éxito coronase las investigaciones en curso, el puerco dejaría de ser una especie de nombre insultante para convertirse en un ser benéfico. Una fuente inagotable de piezas de repuesto para las averías del cuerpo humano.

Cierto es que al cerdo se le hacía ya objeto de veneración, si bien por razones de orden culinario que nada tienen que ver con la medicina. Las carnes del marrano constituyen, como se sabe, la base y sustancia del cocido que cada año reúne en Lalín a decenas de miles de devotos. Por no hablar ya del excelso cochinillo de Segovia y las distintas preparaciones que hacen de este manjar una pieza esencial de la cocina cristiana de Occidente, sobre la que tanto y tan bien nos ilustró el maestro Álvaro Cunqueiro.

No extrañará, por tanto, que al cerdo se le hayan erigido monumentos desde las tierras gallegas de Lalín y Espasante a las salmantinas de La Alberca o las asturianas de Noreña, entre otras muchas que sería prolijo relacionar.

La definitiva rehabilitación de la imagen del puerco acaba de hacerla, sin embargo, un desconocido doctor Church con plaza en Harvard. Inventores de casi todo, parece lógico que los americanos hayan reinventado hasta el ADN del hermano cerdo.

stylename="070_TXT_inf_01">anxelvence@gmail.com

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