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Y la Virgen del Pilar dice...

Viernes, sábado y domingo sin hacer nada, qué felicidad. Por no hacer nada retrasé un trabajo con Julio Formoso, una de las Voces Ceibes de los años 70 y luego director General del Disco en Venezuela, con el que tenía que cerrar una de nuestras Memorias. Ayer tampoco pude hacer mucho porque estuvimos con un vermú presenciando el desfile de las Fuerzas Armadas el probo emigrante retornado Benito Pereira do Monte (que dice ser españolista, cristiano, monárquico y taurino como Dios manda), su exmujer Samanta Buendía (que no paraba de de decir "¡qué pedazo de rey!"!), tras lo cual se entonó el cántico "Y la Vírgen del Pilar dice que no quiere ser francesa".Y al acabar celebramos un cocido gallego de la Hispanidad. Julio, te escribo mañana a Venezuela.

La playa de los ahogados

Hace años que no iba al cine pero ya que conozco a Domingo Villar ,tanto al pater como al filius, me fui a ver "La playa de los ahogados" a los cines Gran Vía. Yo creo que la película no tiene la tensión narrativa de la novela pero también es cierto que su director no pretendía un cine policial de acción, de esos babosos que nos llenan de golpes la pantalla y de los que ya estamos hartos, sino una película de actores que además refleja el alma gallega. Los vigueses nos sentimos familiarizados con las imágenes porque, aunque envueltas en tono nuboso y gris otoñal valmiñorano, son todas de nuestros alrededores, desde el Eligio a un chalé de un exalcalde de Nigrán. Otro aspecto que hace la película más nuestra es el idioma y que hay un fantástico despliegue actoral gallego que deja clara nuestra poderosa cantera de actores, desde Luis Zahera, Celso Bugallo o Pedro Alonso a Celia Freijeiro, Marta Larralde o Déborah Vukusic, por citar de las actrices gallegas solo a las viguesas. No es una película imponente pero podría volver a verla, que ya es mucho. Te seguiremos, Domingo, en tu tercera novela.

Adiós, querida Cris

No cambio nada de lo anterior porque la vida es así, poblada de alegrías y tristezas, pero con pesar acabo ahora estaa columna. Sonó el teléfono y la voz de Patricia Rivera, que llegó ayer por la noche de Zaragoza, fue como un aldabonazo en mi memoria afectiva: falleció su hermana Cristina Rivera. A Cristina la tenía marginada de la vida normal un maldito cáncer hace años, del que se había recuperado en parte pero siempre la perseguía con sus tentáculos. En la última etapa, los que manteníamos contacto diario con ella veíamos una evolución preocupante de su mal. Una traidora neumonía aprovechó esa debilidad y se la llevó. He comprobado estos días como un activo chat solo para sus íntimos, sirvió para que amigos y familia -de la que falta también la madre hace muy poco- supieran al minuto de su evolución y se turnaran de modo que no estuvo sola hasta el último minuto. A mí y a muchos en Vigo con Cris se nos va mucha memoria personal desde hace mucho tiempo, muchos momentos inolvidables y se supone que algunos más olvidables que hemos olvidado. Muchas vivencias, como el día a día de su digna despedida. "Es lo que hay", me decía. Adiós, Cris, querida.

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