Nunca, hasta este año, había sucedido. Y los datos desmienten a cuantos prevén sin base y, sobre todos, a quienes toman decisiones que llevan a la paralización de una pesquería como es la de la anchoa o bocarte en aguas del noroeste español donde, desde Fisterra para el sur, los barcos cerqueros de Galicia no pueden pescar ni una raspa porque, según los ínclitos dirigentes de la Secretaría General de Pesca, se ha agotado el cupo concedido por la CE y, posteriormente, por los dos acuerdos con Portugal (de estos tan solo se han beneficiado los armadores y marineros andaluces del golfo de Cádiz, a los que graciosamente se les ha otorgado el 98,86% del total de la cuota en la zona IXa.

Que hay anchoa y que esta es excelente frente a la costa gallega lo evidencia un hecho hasta ahora no registrado, según me confiesan armadores coruñeses cuyos barcos de arrastre están capturando bocarte de tamaño grande y que estiman de unos 20 centímetros. Y el bocarte o anchoa no es una pesquería objetivo para el arrastre, pero viene asociado a otras especies que sí capturan los arrastreros y que, por ende, se ven obligados a devolver al mar, en su inmensa mayoría muertos en el cope del aparejo, con lo que el daño está consumado.

Si hay bocarte, y lo hay a mansalva, ¿por qué no se puede pescar en aguas españolas que corresponden a la comunidad gallega?

Esta es la pregunta que se formulan armadores, marineros y conserveros, para quienes la normativa de la UE en cuanto al régimen de TAC y cuotas resulta una barrabasada propia de quien hace lo que le viene en gana pero sin atender ni a los científicos -que según nuestros pescadores desconocen ampliamente cuál es el stock de anchoa en nuestras aguas- ni a los propios pescadores que, por su experiencia más que probada pueden estar más cerca de la verdad de la pesca que aquellos que evalúan muchas veces a ojos de buen cubero para satisfacer a la sacrosanta Comisión Europea.

¡Hay bocarte! Y éste está presente, además, en las pescaderías, lo que significa que alguien lo pesca y lo vende a los compradores y usuarios.

Pero como oficialmente no hay cupo, los barcos se ven abocados al amarre y a esperar a que cante el cuco, que siempre que canta lo hace en tierra. En la misma tierra en la que, hoy mismo, es posible comprobar cómo en la coruñesa dársena de Oza se procede al desguace de cinco arrastreros de nueva generación: dos están ya en el carro y tres se despiezan en donde, desde hace unos años, se acumula la chatarra. Cinco barcos, 60 tripulantes al paro. ¿A quién le importa?

Mientras, el cerco propone y propone, sin que nadie haga caso a sus propuestas. La última: establecimiento de un cupo diario por barco y tripulante a bordo. Ese fue su planteamiento en la reunión que mantuvieron el sector y la Secretaría General de Pesca en Madrid el 27 de agosto.

Agua de borrajas. La realidad está en la mar: el arrastre, sin buscarlo, captura anchoa. O bocarte, como quieran. Y si con sus artes y su apertura de malla, los arrastreros pescan -repito, sin quererlo- lo que a los cerqueros no les permiten pescar, ¿cómo será el tamaño de esa anchoa?