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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

Los vándalos

Así que, por si aún quedan dudas acerca de la estrategia que algunos preparan para este otoño electoral que se avecina, es posible que se despejen con lo que acaba de ocurrir en el nuevo Hospital de Vigo. Porque los intentos de agresión física y el atropello dialéctico sufridos por la conselleira de Sanidade son prueba bastante de que los vándalos de la política, aunque ejerzan disfrazados de sindicalistas o su entorno, ya parecen estar de vuelta.

Hay desde luego quienes creen que nunca se fueron y que su aparente inactividad solo respondía a una táctica coyuntural. Pero ahora, y quizá como prólogo de otras actitudes que estarían por venir, quienes pretenden hacer suya la calle y los aledaños repiten el método que a bastante mayor escala protagonizaron meses atrás durante las acciones de cerco al Parlamento gallego y en la que sus "vanguardias" emplearon sistemas de guerrilla urbana.

Y no se trata de comparar esto de Vigo con aquello de Compostela, pero sí de recordar que subsisten aún, y operativos, los grupos ultras que quieren imponer sus criterios por la fuerza, aunque a veces los disfracen -apoyados por un coro de los que alguien llamó, en otros tiempos "tontos útiles"- de acciones en "defensa de la democracia real". Que solo es la suya y aplicada desde la práctica del big stick, el garrote contra sus críticos.

Conste que cuanto sucede -o sus efectos- es posible en gran parte por el silencio vergonzoso, la complicidad interesada o la pusilánime reacción de quienes deberían, por sentido común -e incluso su propio interés a medio plazo, cuando se compruebe que su actitud frente a los vándalos no les aporta un bien electoral- frenar a los supuestos "progres" que buscan pescar en el río que revuelven.

El refranero, que es sabio, asegura que en muchos casos, la prueba argumental solo necesita como muestra un botón. Y en este, hay dos al menos: mientras en la Diputación provincial la presidenta Silva denunciaba como "agresión" la política sanitaria de la Xunta -recuperando tópicos que ya solo se cree su propia parroquia, y no toda-, en Vigo había otra, auténtica, contra Rocío Mosquera. Y sobre esa, ni una palabra de condena. Caramba.

Lo otro, que no compensa sino que agrava, ocurría casi al mismo tiempo. Mientras algunos insultaban a la conselleira, otros, más o menos afines a las teorías de esos, llamaban "Mussolini" al alcalde de Vigo, del PSOE, como Silva. Ahora solo queda esperar a ver cuánto tiempo tardan, los demás vándalos de la dialéctica, en pasar de las palabras a los hechos, quizá entonces contra quienes ahora los jalean.

¿Eh...?

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