Según el estudio "Mocidade on line" elaborado hace pocos meses en Galicia, el 90,7 por ciento de los alumnos de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) tiene teléfono móvil y de ellos, uno de cada tres lo tiene antes de los once años. El 93 por ciento está registrado en una red social y el 89,2 por ciento es usuario de whatsapp.

Estos datos ilustran el titular y me van a servir de aval para insistir en que el mundo virtual forma parte de nuestra realidad y de la de nuestros hijos, y es esa realidad la que nos ha tocado vivir, por lo tanto no podemos ni negarla, ni temerla, ni ignorarla, debemos afrontarla.

La cuestión es ¿cómo la afrontamos si no tenemos ni idea de lo que pasa en internet? Cuando oímos a nuestros hijos hablar de Twitter, Youtube o Facebook nos lo tomamos como algo banal, como una moda, como una especie de juego de niños que puede ser peligroso, un lugar donde los delincuentes campan a sus anchas y los gamberros se meten en líos. Entonces, ante ese panorama lo más cómodo para nosotros es mirar hacia otro lado, simular que confiamos ciegamente en nuestros hijos o directamente prohibirlo.

Y cualquiera de las tres opciones, aunque cómodas para nosotros, son perjudiciales para el menor porque de actuar así el niño sufre una desprotección, un desamparo y una fuerte incomprensión que podrían interferir en el desarrollo de su personalidad.

Yo, como usuaria activa de redes sociales y como madre recomiendo a los adultos perderle el miedo a internet, recomiendo implicación para comprender el funcionamiento de las redes porque si lo comprenden nuestros hijos ¿por qué no vamos a comprenderlo nosotros? Hay que familiarizarse con internet y con los sistemas de mensajería y hablar de ello con los menores, así, una vez que nosotros sepamos cuáles son los peligros y una vez que conozcamos cómo funciona el medio, podremos advertirles y aconsejarles, en definitiva, podremos protegerles.

Un menor no puede tener acceso libre y descontrolado a internet como tampoco tiene libertad de horario para estar en la calle, sentarse a hablar con desconocidos, dormir en diferentes ciudades y volver a casa al día siguiente.

Aunque la comparación parezca descabellada, navegar por internet es lo mismo, tiene muchas ventajas pero también muchos inconvenientes por eso es muy necesaria la orientación.

Con esto quiero decir que un adulto advierte el peligro pero un menor no lo hace, por ello está en nuestras manos determinar cuáles son las acciones más adecuadas para cada edad. Claro que habrá padres más permisivos y padres más estrictos, pero lo ideal para el niño es que las decisiones se tomen siempre desde el conocimiento.

Si nosotros, de niños, nos hartamos de pedirle a mamá unas botas nuevas para bailar el charlestón, ellos se hartarán de pedirnos nuevos móviles porque el charlestón ahora se baila en internet y cuidado con eso porque un menor que solo baila en internet puede tener serios problemas de socialización.

Yo recomiendo el uso moderado de redes sociales y animo a los adultos a abrirse una cuenta en Twitter, en Tuenti, en Facebook o Instagram para observar lo que hacen sus hijos. No quiero decir con esto que se les atosigue o controle, pero si ellos saben que nosotros, como cualquier persona del mundo, insisto, como cualquier persona del mundo, podemos ver sus fotos y las conversaciones que mantienen públicamente, lo más probable es que ellos mismos se autoprotejan.

En las redes sociales deberían tener todas las conversaciones en privado y no subir fotos de sí mismos. Ya sé que es misión imposible, pero cuantas menos se publiquen, mejor.

Y así debemos implicarnos por el bien de nuestros hijos. De nada sirve lamentarnos ni echarle la culpa al colegio o a la administración porque si bien es verdad que todos debemos aportar algo, en este caso los hábitos en casa y los controles parentales son muy importantes.

Nada impide que los desalmados naveguen por internet y puedan delinquir pero entre todos podemos ponérselo más difícil. Para ello las opciones de privacidad de las redes sociales han de estar activadas, el tiempo de acceso a internet ha de ser limitado y conviene fomentar las conversaciones y los encuentros en familia sin el teléfono móvil.

Perdamos el miedo a internet, respetemos el mundo virtual y protejamos a nuestros menores porque si dejamos que tomen un mal camino no podremos exigirles que lleguen a un buen destino.