Las agencias de rating sobrevuelan la economía española, ahora para mejor. Fitch devuelve a la deuda pública el "aprobado alto", como ya hiciera Moody's, y no tardará en ratificar Standard and Poors. Esta peculiar sub-troika sigue los pasos de la otra, la de los recortes, que es la mejor manera de no caer en los errores de bulto que jalonan su existencia. El más insigne fue mantener la máxima calificación de Leman Bothers hasta el mismo día de su quiebra, ignorando neciamente el aventurerismo y el fraude que provocaron la crisis mundial más dura y corrosiva desde el crack del 29. Con estos antecedentes, lo que digan ahora, siempre a remolque, tiene el mismo valor que el de su pasada amenaza de descalificar como bonos-basura las emisiones de deuda que a punto estuvieron de forzar el rescate del país, no solo bancario sino integral.

El descenso acelerado de la prima de riesgo nada tiene que ver con las "notas" de los tres buitres, cuyo trabajo, por llamarlo de algún modo, es ahondar la sima entre la economía financiera y la economía real. La primera, que se rige presuntamente por esos ratings, es un potaje cocinado para la especulación, que con los intereses de usura impuestos en España ha equiparado la deuda al total del producto interior bruto. Este es el favor que debe el país a las agencias. Si todos los deberes hechos, como asevera el gobierno, y el sistema bancario salvado del desastre a costa de los contribuyentes, tan solo merecen un aprobado alto, hay que preguntarse qué falta aún para alcanzar el notable y el sobresaliente. Pese al baile de décimas en la mejora del deficit y la discutible revitalizacion del consumo, la economía real sigue en el marasmo, problema que no interesa a los calificadores.

Para la escala de valores del capitalismo desaforado, indiferente a la responsabilidad creadora que justifica el sistema, mercancía y beneficio son conceptos excluyentes. El precio de los deberes hechos y por hacer es el de un desempleo que tan solo desciende a resultas de los cambios en el método de cálculo. A la luz de los ratings, el gobierno español ha mejorado el panorama financiero sin incidencia positiva en las ratios de pobreza y desigualdad. La señora De Oriol, presidenta del Círculo de Empresarios de Madrid, invita a dejar sin un euro a quienes, desde su óptica, no merecen ganarlo. Las obligaciones sociales, que las resuelva el gobierno, empezando por formar a quienes no tienen más horizonte que ganarse el pan como sea. El fraude fiscal inherente a la economía sumergida parece ser el único medio de aplazar la revuelta masiva. Buitres, corruptos e ineptos van de la mano en una acelerada carrera al abismo. Vístanla como quieran pero no fastidien, que ya está bien. O sea, que no puede estar peor.