No tienen por supuesto una relación de histórica convivencia ni de conocimiento personal mientras vivieron. La cronología de sus vidas los separan tres siglos. Santiago vivió en el siglo I y San Martín, el obispo de Tours y nuestro patrono, en el IV. Como tampoco San Martín de Tours tiene vinculación personal con nuestras tierras, que sus pasos tienen geografía de Panonia y de las Galias. Pero todos hemos experimentado mil veces que acabamos teniendo felices relaciones con personas distantes no sólo en el espacio sino en el tiempo, porque nos sentimos confortados e interesados por memorias y tradiciones.

A San Martín de Tours nos lo acercó en el siglo V el otro Martín, el Dumiense, tan olvidado en nuestras evocaciones y liturgias y a Santiago y a San Martín los unieron los peregrinos a Santiago. Uno de los caminos que llegaban a Santiago desde París se llamó el camino de Tours. En el capítulo primero de su Guía del Peregrino (siglo XII), Aimeric Picaud describe así la vía Turonensis: «Hay cuatro rutas que, llevando a Santiago, se reúnen en una sola en Puente la Reina, en territorio español; (? ? ?), otra más pasa por San Martín de Tours, Saint-Hilaire de Poitiers, Saint-Jean-d'Angély, Saint-Eutrope de Saintes et la ciudad de Burdeos. »

San Martín con los peregrinos se hizo peregrino y llegó a Santiago alentando mil pasos y haciéndose presente en la Catedral compostelana con una capilla principal en el edificio románico, que era objeto de mucha veneración, y a lo largo del camino surgieron verdaderos santuarios de fervor martiniano como Frómista y cientos de capillas e imágenes con clara connotación jacobea. Los monjes benedictinos acogieron con especial aprecio al santo turonense y en Santiago pusieron bajo su tutela el monasterio de San Martín Pinario de tanta trascendencia histórico-artística.

Pero de modo particular quiero subrayar la relación iconográfica entre ambos santos, no es desconocida por supuesto y yo mismo la he recordado algunas veces. Dentro de los programas iconográficos de retablos y portadas, buscando paralelismos se emparejan santos y personajes atendiendo a diversas razones. En el último número de Rudesindus, la revista de la Academia Auriense-Mindoniense de San Rosendo, el profesor y académico José Manuel García Iglesias publica un interesante y curioso trabajo sobre las compañías iconográficas de San Rosendo, explicando las razones de los diversos personajes que el arte relaciona. Lo mismo se podría hacer con San Martín y nos saldría una interesante relación de "fraternidades", de ellas quiero fijarme en la que se establece entre el San Martín soldado compartidor de su capa y el Santiago belicoso contra los invasores árabes.

El hecho de ir los dos en caballería permitía una simetría muy oportuna en lo formal con dos personajes a caballo y en el mensaje, con dos formas no necesariamente contrapuestas entre belicismo y pacifismo sino de un mismo empeño generoso en defensa de la Justicia y de los oprimidos y el entusiasmo de la Caridad. Al mismo tiempo ofreciendo como en un juego muy del barroco la paradoja del Apóstol que se hace guerrero y en contrapunto el guerrero que se hace pacífico aliviador de una necesidad.

También al barroco le es grata, por lo que tiene de triunfalista, la imagen de Santiago Caballero y en esos siglos se prodiga este tipo de representación sobre la de peregrino y también es ahora cuando Santiago y San Martín se hermanan en los programas iconográficos viniendo al caso de Ourense las cajas de los desaparecidos órganos de la Catedral, lamentablemente desguazados, obras del escultor Francisco de Castro Canseco de comienzos del siglo XVIII, se remataban con las tallas de Santiago matamoros y San Martín caballero, que se conservan sobre los cortavientos de las entradas del Crucero de la Catedral. Tallas llenas de fuerza y de interés. Puede resultar curioso que el caballo de Santiago sea hoy de un color oscuro cuando la tradición lo quiere blanco y ello es debido a que fue plateado y con el tiempo se oscureció y aunque restaurado recientemente fue irreversible el proceso de oxidación.

Igualmente en el retablo de Rairiz de Veiga en los extremos del mismo están bajo cascarones también ambas representaciones de mano de José Seguín, un artista local seguidor de Moure de1722, en buscado paralelismo.

Un precioso símbolo de esta unión devota entre ambos santos es el escudo del obispo Muñoz de la Cueva que dignifica la portada del viejo Palacio Episcopal, hoy Museo Arqueológico Provincial, eternamente clausurado. Se trata de uno de los más ricos escudos de la ciudad, de estilo barroco culto, fechado en 1727, que condensa en su heráldica una serie de preciosos símbolos en torno al Ciervo deseoso de beber en las fuentes vivas, imagen del deseo de Dios. Además junto con el anagrama de María se ven en dos círculos estas inscripciones "MARTINE FOVE" y "IACOBE FAVE", en ambos casos jugando con distintos verbos latinos "Foveo" y "Faveo" pero con parecida grafía y similar significado de "proteger", "ser propicio". Ya Fernández Alonso en su Pontificado Gallego Ourense, 1897 pg. 534 comentaba este escudo criticando la heterodoxia heráldica del número de borlas del capelo y destacando las inscripciones que comentamos. Curiosamente el obispo de la sede martiniana que pedía la protección de ambos santos fallecería en Compostela el 2 de junio de 1728 cayendo de la mula cuando iba a presentar la ofrenda a Santiago en nombre de los reyes.

Nuestro Pórtico del Paraíso, en feliz curso de limpieza, nos ha deparado algunas gratas sorpresas entre ellas descubrir la calidad del San Martín soldado con el pobre que ocupa la hornacina renacentista del tímpano que suponemos estuvo destinada, como en el modelo compostelano, al Pantocrátor, hasta las reformas, nunca bien documentadas, del siglo XVI. Ocupa este lugar privilegiado como patrón de la Catedral y del Obispado y desde el siglo XIX en una cercanía oportuna con una imagen de Santiago sedente, colocada sobre un pedestal a los pies del parteluz y por tanto ambos santos unidos en la verticalidad del eje del pórtico. Ambos, evidentemente de modo fortuito, con una espada en la mano la que parte la capa y la que en este Santiago evoca su martirio. Caridad y Testimonio de Fe que andan muy bien en compañía. Pero la imagen de San Martín merece una particular mirada y es posible hacerlo estos días en los que tras su restauración estará a una distancia muy corta del espectador. Es una talla de madera policromada, de mano muy diestra y con una disposición elegante. Copia con exactitud la imagen procesional que Gregorio Fernández trabajó para la Iglesia Vallisoletana de San Martín. Ya hace muchos años en 1984 subrayamos en un artículo esta relación, el que esto escribe y el inolvidable José González Paz "El san Martín caballero de la Catedral orensana puede ser de Gregorio Fernández." (La Región 11 de noviembre de 1984). Pero es ahora una vez limpio cuando su valor se hace mayor. La policromía con delicados esgrafiados de principios del siglo XVII hace más bella esta talla evidentemente vallisoletana y como me insinúa mi amigo el subdirector del Museo Nacional de Escultura de Valladolid, Manuel Arias, atribuible a los Sierra, Tomás o Pedro de la Sierra, que tan de cerca siguieron a Fernández con calidad sobresaliente y a quienes también Martín González atribuyó el emotivo busto de la Dolorosa de Nuestra Catedral.

El San Martín de Valladolid es la primera obra documentada de Gregorio Fernández, realizada en 1606 y costeada por un hermano de Agustín Costilla, pastelero avecindado en Palencia, que había muerto en América. Así que la réplica de Ourense será de hacia 1610. Una importante escultura, de algún modo ahora revalorizada, para con ella evocar y orar a nuestro secular patrón

Una última curiosidad de la iconografía de San Martín contagiada de jacobeismo la he detectado hace poco, en dos pinturas de ámbito catalán-aragonés que representan a San Martín, partiendo la capa con un pobre que se toca con el sombrero propio de los peregrinos, ornamentado con la vieira jacobea. Esa identificación pobre-peregrino es curiosa y denota como la peregrinación a Santiago asimiló el ejercicio de la Caridad con la atención a los peregrinos, generalmente necesitados y desprotegidos. Estoy seguro que habrá más, pero al menos queden como muestra de este detalle interesante un San Martin del llamado Maestro de Riglós, activo en el siglo XV que se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña y otra interesante tabla del retablo de Puebla de Albortón, hoy en el Museo Diocesano de Zaragoza, pintada en 1445 por el maestro Blasco de Grañén.

(*) Delegado de patrimonio de la diócesis