Lo afirmo sin adarme de duda: si todos los políticos españoles tuvieran la envergadura moral, la solvencia profesional, la capacidad intelectual, la entrega al procomún y la hombría de bien de Enrique López Veiga, España sería mejor país para vivir.

En días pasados hemos tenido la oportunidad de leer varias colaboraciones suyas en este diario, tan noble como curado de espantos: poco de lo que se escriba en sus páginas ha de impresionar a estas alturas a los manes del Decano. "Reflexiones sobre el futuro de la pesca gallega" (16/09/2012) es de esas piezas maestras que la cabeza sólidamente organizada de mi buen amigo Enrique es capaz de construir. De muy distinto tono resulta "Yo sí leí a Mario Conde" (18/09/2012) -por escorada y sesgada que se presenta la argumentación pro domo- tanto que me hizo dudar de si se trata de la misma persona que conozco, admiro y por quien no solo siento respeto sino profundo afecto.

Enrique López Veiga tiene todo el derecho que cabe a un demócrata de acendrada trayectoria como la suya para exponer su parecer respecto al proyecto político que presenta MC e incluso cuestionarlo a partir de lo que considera una vida poco ejemplar. Su desconfianza retráctil la entiendo y sin compartirla no me parece de mala fe. Lo que no puedo aceptar -y en él menos que en otro, en tan alta estima lo tengo- es que descontextualice las declaraciones de MC y lo atavíe para la galería con unos ropajes de los que nunca se ha revestido.

Esto es lo que escribe López Veiga en su artículo "Yo sí leí a Mario Conde": "El otro día leí con interés el artículo que Mario Conde le dedicaba al candidato Núñez Feijóo y en el que nos recomendaba la lectura de sus libros como ejemplo de lo que puede ser el ideario del nuevo partido que encabeza Conde. Pues bien, desde pequeño tengo el hábito de la lectura y desde luego que he leído y con sumo interés sus tres libros: El Sistema, Memorias de un Preso y Días de Gloria, y a ellos nos remite Conde para entender su pensamiento." Vale. Pero no solo él tiene desde pequeño el hábito de la lectura, otros también compartimos esa afición, al parecer con distinto resultado. Siento decir, casi con violencia, que en ninguna parte del mencionado artículo recomienda Conde la lectura de los libros que señala López Veiga -algunos de estricto carácter alimenticio aunque las apariencias sean a veces engañosas- ni ningún otro de su autoría, y no son pocos.

Lo que dice Mario Conde en su artículo -y López Veiga no podrá negar, para algo están las hemerotecas- es precisa y exactamente esto: "¿Qué es lo que no comparte el Sr. Feijóo? Pues no me queda más remedio que concluir que nuestro ideario ¿Lo conoce? Se supone, porque de otro modo no podría rechazarlo. Y es que es muy antiguo porque, en lo que a mí respecta, nació públicamente en 1993, hace casi veinte años, en un discurso pronunciado en la Universidad Complutense de Madrid". Y concluye Conde de esta guisa: "Podría seguir relatando los puntos de nuestro ideario que, al parecer, no son compartidos, pero no es necesario. En 1812, los Constituyentes de Cádiz pagaron con su vida su deseo de liberar a España del dominio de una familia. Curiosamente Galicia fue decisiva en ese movimiento". O sea, para dar a conocer su ideario Conde se remite, modestamente, a la Constitución de 1812 y a una conferencia de 1993. No obstante, López Veiga, habilitado de dones de prestidigitación que no le conocía, saca de la chistera, digo, del artículo, tres libros en los que rebusca sus argumentos para decirnos in fine que no le va a dar el voto a Conde -increíble pero cierto- sino a Feijóo. Hombre, para ese viaje no hacían falta tantas alforjas.

Un punto me desconcertó especialmente en la argumentación de López Veiga: hay que votar a Feijóo porque es austero. Pues no, también Franco y Hitler lo eran; si se vota a Feijóo será por haber estado a la altura. Además, tal como presenta las cosas parece que, por comparación, Conde se solaza en el lujo bizantino. Tampoco es cierto. Cuando está en Madrid vive en el apartamento de su mujer, 70 metros cuadrados; la casa de Ourense es de alquiler con opción de compra; no tiene velero ni motora; se alimenta frugalmente; conduce un coche de clase media y aún viste alguna ropa -con elegancia y empaque, eso sí- de hace quince años que yo no pondría ni para presentarme ante un inspector de Hacienda. Pero la envenenada guinda del pastel, o de las obleas o de lo que sea, que cocina López Veiga viene ahora: "Yo, al contrario que usted, creo en la Justicia española". No deseo hacer sangre porque se trata de un amigo, un mal día lo tiene cualquiera, pero sépase que el Comité de Derechos Humanos de la ONU determinó (Dictamen 31/10/2006) que los tribunales españoles habían violado en el caso Banesto seguido contra Conde el derecho a la doble instancia penal del artículo 14.5 del Pacto Internacional ratificado por España porque la condena impuesta por el Tribunal Supremo no tuvo para el condenado derecho alguno de revisión. Sin comentarios.

En fin, acepto que los libros de Conde que tan desenvueltamente utiliza para sus fines López Veiga no son los mejores que ha escrito, quizás por los requerimientos de los editores para convertirlos en best-sellers. Pero tiene otros de trazo más firme que dejan una estela intelectual persistente. Por ejemplo, "Derecho Penitenciario Vivido" (Ed. Comares, 2006) es una obra señera de la especialidad. Si verdaderamente Enrique López Veiga se interesa por la obra escrita de Conde tiene donde escoger. Yo, mira por donde, no he podido leer a Feijóo porque no he encontrado nada de él.

No confundamos las cosas, querido Enrique; con las habas contadas que tenemos, Feijóo ha sido un buen presidente y deseo que vuelva a gobernar. Pero sin empujar ni dar codazos. Porque los métodos que están empleando contra Conde denotan que en el PP se han puesto muy nerviosos. En realidad, lo digo con la mano en el corazón, se han equivocado de adversario transformándolo en enemigo.

Me contaba hace poco un amigo catalán -llamémosle Gómez- que en el manual matrimonial del Reverendo E. J. Hardy "Cómo ser feliz incluso estando casado" (1885), se puede leer que al preguntar el oficiante a un rudo leñador si tomaba por legítima esposa a fulanita, contestó "Sí quiero; pero preferiría a su hermana". Y eso es lo que va a pasar con Conde y Feijóo: los electores se van a casar con uno aunque hubieran preferido al otro. Ahora bien, lo que importa es que haya boda y toda la familia la celebre junta.

*Economista y matemático