Pues la verdad es que, oído lo dicho durante el debate y comprobada la evidencia de que quienes están en la Cámara habitan país diferente -o al menos lo ven desde las antípodas- habrá que preguntarse si eso tiene arreglo. Porque para hallar remedio -aunque no sea común- a los males habrán de coincidir siquiera en el enfermo, Pero Grullo dixit.

Lo más claro de todo es que cuanto ayer ocurrió estaba previsto, formaba parte de una especie de guión en el que sólo varía el nombre de los actores. Una opinión sin duda escéptica. aunque no niega la bondad del debate ni su oportunidad. Discute su utilidad, pero nunca se sabe: quizá algún día suene la flauta y haya acuerdos serios aún de modo casual.

En esa línea sería poco razonable determinar quién resultó ganador: si no se ponen de acuerdo en lo estadístico, opinan sobre lo y ni siquiera dibujan la misma Galicia, parece ridículo decir que ganó el señor Núñez Feijóo o alguno de los portavoces de su oposición. Cada uno hizo su papel -el marcado en el guión-, lo hizo con dignidad y punto.

Algunos observadores, quizá los más equidistantes, coinciden en señalar a estas horas que se esperaba más de don Alberto. Y no sólo porque se enrocó en los mensajes sobre austeridad y rigor presupuestario a pesar de que hay hechos que los hacen discutibles, sino porque ofreció menos de lo que en parecida ocasión sus predecesores. Y a eso sólo le llaman realismo sus forofos, la verdad.

(Ítem más; también en materia de pactos anduvo desigual su señoría. Planteó uno tardío e imposible sobre una Lei de Caixas ya en vigor -quizá buscando aire nuevo para aliviar su fracaso- y otro raro, por difuso acerca de la lucha contra la crisis demográfica. Y en el que mejor se le entendió habrá que esperar a que le pongan cifras y plazos para cerrarlo. Caramba.)

La sensación que queda, o al menos una de las principales, es que el jefe del Ejecutivo gallego aprovechó sólo a medias una oportunidad que podría no ser frecuente: la de tener rivales en situación de provisionalidad, que se les nota y les pesa. Y, además les resta capacidad para plantear retos a largo plazo e incluso para aceptar invitaciones en ese sentido.

No se trata de faltarle al respeto a quienes hablaron por el PSdeG y el PSOE, sino de recordar que en el primer caso la sombra de Madrid es alargada y en el segundo peor que eso: el liderato lo tiene otro que no se muestra dispuesto a cederlo o compartirlo. Pero ésa es otra historia diferente.

¿Eh...?