Una comisión parlamentaria decidió ayer de madrugada (hora española) que hay razones jurídicas para iniciar un juicio político contra la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, con lo que el trámite pasará ahora a su próxima fase, en el pleno de la Cámara de Diputados, donde 513 congresistas decidirán este fin de semana si el caso pasa al Senado, que sería el encargado de decidir la destitución.

La decisión de la comisión, compuesta por 65 diputados, supone un nuevo paso hacia un posible juicio con miras a la destitución de Rousseff y fue tomada por 38 votos a favor y 27 en contra, tras once sesiones de análisis de los cargos contra la mandataria a la que se acusa de maquillar las cuentas brasileñas para ocultar la amplitud del déficit público. La sesión, que fue muy tensa, duró casi once horas y reflejó el enconado clima político en el que se ha sumergido Brasil, palpable también en la adopción de medidas extraordinarias de seguridad ante la eventualidad de que este fin de semana se concentren ante el Congreso cientos de miles de manifestantes en apoyo de Rousseff.

La mayoría de los miembros de la comisión respaldó el informe elaborado por el diputado Joavir Arantes, en el que se denuncia que Rousseff incurrió en maniobras contables para maquillar los resultados del Gobierno en 2014 y 2015, alterar presupuestos mediante decretos, acumular deudas y contratar créditos con la banca pública, pese a que la legislación brasileña lo prohíbe. En la sesión fue escuchado el abogado general del Estado, José Eduardo Cardozo, quien descalificó el informe del instructor y redujo las acusaciones a meras "faltas" administrativas.

En la Cámara Baja, los impulsores del juicio político necesitarán una mayoría cualificada de dos tercios (342 de los 513 votos), que por el momento está en duda, aunque todo apunta a una ligera ventaja para la oposición. Si la votación fracasa, el proceso será archivado.

En caso contrario, la causa pasará a los 81 miembros del Senado, que por mayoría simple decidirán si abren el juicio político propiamente dicho contra Dilma Rousseff, la heredera de Lula. Si así fuera, la mandataria deberá separarse del cargo durante 180 días.

Rousseff montó ayer en cólera contra el vicepresidente del Gobierno, Michel Temer, del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), tras difundirse, supuestamente por error, un discurso, previsto para después de la destitución de Rousseff, en el que hace un llamamiento a formar un Gobierno de salvación dando por hecho que el "impeachment" prosperará.

En el discurso, Temer habla de "pacificación" y "reunificación" de las fuerzas del país y, aunque reconoce que se trata de palabras "provisionales", afirma que su toma de posesión se debe a una decisión del Parlamento en "votación significativa".

Tras conocer la grabación, Rousseff acusó a Temer de orquestar el "golpe de Estado" que, según ella, se estaría gestando. "Hoy ha quedado claro que existen dos jefes del golpe (de Estado), que actúan en conjunto y de forma premeditada", dijo la líder brasileña durante un acto oficial, en alusión tanto a Temer como al presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha, impulsor del juicio político. Para Rousseff, "si cabía alguna duda sobre el golpe, sobre la traición en curso, ya no la hay". "No sé quién es el director, pero uno de ellos dos es la mano -no tan invisible- que conduce hacia el 'impeachment', mientras el otro se mancha las manos", dijo.

En línea con la crispación reinante en las filas gubernamentales, el expresidente Lula, acusado de corrupción por la justicia, no dudó en comparar la crisis política brasileña con el surgimiento del fascismo y el nazismo en Europa. "Fue así como surgió el nazismo en Alemania, cuando Hitler mandó perseguir a los socialistas y a los comunistas. Fue así como nació el fascismo en Italia", sostuvo el mentor político de Rousseff.