El barrio marinero de O Berbés, origen de la ciudad y durante muchos años su motor económico, ha pasado del esplendor a la ruina, una decadencia pareja a su alejamiento del mar que fue su razón de ser. El pontevedrés Francisco Javier Sánchez Cantón, catedrático de Historia del Arte y director del Museo del Prado en los años sesenta, calificó a la Ribera del Berbés como “uno de los barrios más pintorescos de España, destruido por los muchos desafueros que en él se han cometido”.

Este barrio surgió en torno a 1700 como refugio de los marineros de Redondela que, para pescar, salían de su puerto y si al regreso el mar se ponía bravo, se refugiaban y pernoctaban en esa pequeña ensenada que se extendía al oeste de la villa, “que llaman de San Francisco por hallarse allí el convento de ese nombre” y que poco a poco se fue poblando por “marineros y algunos pescadores, ocupándose las mujeres de la compra y salazón de pescado para venderlo después a los arrieros. realizan su faena en los soportales y en el arenal de la playa”.

En la “Memoria sobre la Pesca de la sardina en las costas de Galicia” escrita por el regidor de la Ciudad de Santiago José Cornide en 1774, se señala ya que “en la plaza de Vigo llamada de El Berbés se vendían a diario más de mil millares [de sardinas, medidos a ojo de buen cubero] que se difundían a las provincias de Tui y Ourense, en Galicia, y Miño y Tras Os Montes, en Portugal, a dónde se se conducían a lomo y en carros, lo que producía más de cinco millones de reales”, pero la exportación de la sardina desde Vigo “llegaba hasta Sicilia y aún más lejos”.

Esta pujanza económica se mantuvo durante muchos años. Avelino Rodríguez Elías manifestó en una conferencia dictada en el Liceo de Vigo que “Por la pesca, que era una de las principales ocupaciones de los habitantes de Vigo, se formó el barrio de O Berbés, destinado a ser, en nuestros días, la verdadera Bolsa de esta plaza...”. Entre 1923 y 1927, el Concello recaudó en concepto de arbitrios casi 33.000 euros.

Las casas

La primitiva función de varadero desarrollada en O Berbés implicaba la necesidad de pequeñas construcciones de madera para guardar pertrechos y herramientas, que con el paso del tiempo se fueron transformando en viviendas de los marineros.

La disposición de las viviendas se efectuó, como es habitual en otros pueblos marineros de Galicia, entre medianeras, con una fachada que da al mar muy estrecha en relación con el fondo, lo que permitiría su utilización como almacén de remos, redes o aparejos de pesca.

La dinámica del propio barrio, donde se realizaban todas las faenas incluyendo la propia limpieza y venta del pescado, provocó la aparición de los soportales, añadiendo un nuevo elemento de carácter funcional a la vivienda urbana marinera. “Las casas de O Berbés —según el arquitecto Jaime Garrido— tenían, además de la peculiaridad de sus amplísimas zonas asoportaladas con grandes arcadas de granito, pronunciadas ménsulas sostenedoras de solanas de madera que han desaparecido casi en su totalidad”.

Poco a poco, las antiguas y pobres casas marineras de primera línea fueron dejando paso a otras ya de dos pisos “que ostentan en sus fachadas graníticas el nivel económico alcanzado por sus propietarios con la abundante pesca”.

Al tener unas un piso más que otras, empieza a desentonar el conjunto por las medianeras, que van quedando a la vista y en las que, para evitar las humedades, se chapotea betún asfáltico negro, en fuerte contraste con las que aún conservan el antiguo encalado de las fachadas de piedra”.

Los rellenos

Hasta finales del siglo XIX, el mar llegaba hasta los soportales de las casas, que se reflejaban en la lámina de agua, pero la Memoria de la Junta del Puerto de 1890 es contundente y dice que “en la Ribera del Berbés falta en absoluto todo medio de embarque y desembarque para el gran movimiento que allí se realiza, tanto de viajeros como de mercancías. Además, los trabajos que se realizan en los soportales y en la propia playa provocan un hedor insoportable”.

Todo ello hizo necesaria la construcción de alcantarillado, una dársena y un muelle. La dársena se proyectó un año más tarde para veinte vapores y 117 embarcaciones de vela. Las obras acabaron en 1903, cuando el gran desarrollo de la flota había sobrepasado todas las previsiones. En 1920, el censo era de 300 vapores y 4.000 embarcaciones menores.

Pero las obras que configuraron O Berbés con el aspecto que tiene en la actualidad comenzaron en 1925, abordándose las soluciones definitivas un año más tarde. Entre este año y el siguiente, se realizó un nuevo muro de ribera, ganándose mucho terreno al mar en una longitud de más de doscientos metros.

Una vez rellenado el espacio cerrado entre el nuevo muro y la costa, quedó una amplia vía para la circulación y más de 4.500 metros cuadrados de superficie para depósitos de carbón para el abastecimiento de la flota pesquera. En esa zona se habilitó años más tarde una pequeña alameda que separaba el frente de las casas de la avenida de Beiramar.

Las sucesivas ampliaciones del puerto pesquero y la construcción de lonjas, naves y tinglados han ido alejando paulatinamente del mar al barrio que naciera a sus pies y ahora ya es imposible su visión desde los soportales e incluso desde las propias viviendas.

Reformas caprichosas

El que fuera Cronista de la Ciudad, José Espinosa, denuncia en su libro “Tierra del Fragoso” las “caprichosas reformas que ha sufrido el barrio y el relleno, que le han hecho perder su fisonomía y su atractivo artístico. No obstante, el Berbés de hoy es de tanta importancia para la vida de Vigo que no nos atrevemos a describirlo. Más elocuentes que nuestras palabras son las estadísticas de los números que ponen de relieve los millones que produce su mercado”.

La última reforma se vinculó al proyecto “Abrir Vigo al Mar”, con la construcción de un aparcamiento subterráneo, reordenando la plaza con la construcción de un estanque y dándole un tratamiento en superficie similar al del resto de la actuación, reforma considerada “muy dura” por algunos especialistas y que es muy criticada por los colectivos del barrio.

La existencia de una decena de casas abandonadas, algunas en estado ruinoso y el último desplome de una fachada han marcado un punto de inflexión en el deterioro de este barrio que recibió también los nombres de Pescadería y Ribera y ha sido fuente de inspiración recurrente para gran cantidad de artistas como Souto, Carlos Sobrino, Lugrís, Torres, Bustamante, Julio Prieto o Serafín Avendaño, que reprodujeron sus edificios de dos plantas, porches, balcones de madera y hierro forjado y otros elementos arquitectónicos característicos de la época. Los sucesivos rellenos han roto el encanto de lo que para muchos fue, y tendría que volver a ser, una de las zonas más características de Vigo.