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Padres con vocación ilimitada pero condicionada

Veinte familias acogen temporalmente a menores tutelados por la Xunta hasta su entrega a progenitores adoptivos o a los biológicos - Un matrimonio acogedor: "Tenemos una canción de cuna para cada niño"

Maite Rodríguez y Carlos Muñiz, en la sede de Cruz Roja. // A. Villar

"Sabemos que no son nuestros hijos pero nos volcamos con ellos las 24 horas del día. Me gusta verlos crecer, aprender... les hacemos un libro de vida con fotos y recuerdos desde el primer día hasta que se van. Así los niños escuchan toda la vida que hay una mamá y un papá". En menos de un lustro, los vigueses Maite Rodríguez y Carlos Muñiz pasaron de ser cuatro en casa a formar una familia "de diez". Y no solo por ser ejemplo de valores tan intrínsecos como la educación, respeto y confianza, sino porque además de sus dos hijas biológicas -ambas ya mayores de edad e independizadas- fueron padres de cinco bebés de acogida temporal. "Todos tenían menos de un añito, uno incluso nos llegó con solo 45 días de vida, y en un casos, la menor se quedó hasta los dos años", recuerda Carlos Muñiz.

Este matrimonio forma parte de la red de acogimiento de familias de menores tutelados por la Xunta. La mayoría de los niños que se encuentran en acogimiento familiar lo hacen bajo la fórmula de familia extensa, es decir, viven de manera temporal con parientes. Cuando esto no es posible, viven temporalmente con la conocida como familia ajena. Actualmente en Vigo, según cifras del Servicio de Protección de Menores de la Consellería de Política Social, hay 20 menores viviendo con parejas que no son sus padres biológicos. Cruz Roja es la encargada de gestionar este programa en el que participan 19 familias (69 en la provincia de Pontevedra), de las que 14 están actualmente acogiendo a pequeños.

El objetivo tanto de la red como de las propias familias es que la vida de los niños sea lo más semejante posible a la que se lleva en cualquier hogar. En la práctica, el mayor cambio lo sufren los nuevos padres. Maite y Carlos lo corroboran. La llegada del primero de los bebés de acogimiento trastocó su mundo. Dejaron de salir, de ir al cine y hasta cambiaron las rutinas. Pero no pueden estar más satisfechos y orgullosos del tiempo invertido en su "numerosa" familia. "Conocíamos a unos amigos que eran acogedores de niños y nos gustó la iniciativa, pero por horarios y disponibilidad laboral nos era imposible poder cuidar y prestar la atención necesaria a un bebé. Pero con el tiempo nos reajustaron horarios y lo hablamos en serio. Se lo comentamos a nuestras hijas, les gustó la idea y hasta hoy", explica Maite Rodríguez, tan feliz con la experiencia que estudia junto a su cónyuge acoger ahora a dos hermanos.

Ambos tenían claro desde un principio que la dedicación al menor tenía que ser en exclusividad. "Para mí son como mis hijos. Merecen las mismas atenciones, cuidados y cariño que tus hijos biológicos", relata Carlos Muñiz, quien recuerda con una mezcla de ternura y nostalgia la llegada de uno de sus niños a casa. "Nos comentaron desde el hospital que había un bebé que necesitaba una familia y dijimos que sí. Fuimos a verlo y podríamos haber dejado que cuando le dieran el alta nos lo entregaran, pero me parecía muy triste que estuviera solito allí, así que íbamos todos los días a Pontevedra", relata Muñiz. Su mujer reconoce que de cada niño aprendieron cosas sensaciones, y especialmente, ganaron experiencia. "Con el primer niño no teníamos nada. Ahora ya es diferente, estamos preparados para la próxima", dice sonriente Maite, quien guarda con "mucho cariño" álbumes de fotos o juguetes de cada uno. "Por tener, tengo hasta una canción de cuna para cada niño", cuenta esta mamá.

Acogimiento, nunca adopción

¿Y qué es lo más duro para las familias? Podría ser el adaptarse veinte años después a un bebé de nuevo en casa, sin embargo su partida con la familia adoptiva es lo más complicado del proceso . "La despedida es lo peor. Con una de las niñas llevábamos ya dos años, nos llamaba mamá y papá y sí, es muy triste, pero cuando entras en el programa ya sabes que se van a ir; eres su familia de acogida, no de adopción. Los queremos muchísimo pero sabemos que tendrán otros padres", destacan. Y es que interiorizar esta situación es requisito fundamental - sino el único- para ser partícipe de esta red. Ahora el futuro de los menores depende de sus progenitores. Son ellos los que deciden si cortar la relación con la familia de acogida o mantener el contacto. Maite y Carlos mantienen el vínculo con solo uno de los menores. "Sus padres nos mandan fotos de la niña y nos da muchísima alegría ver cómo crece y que está tan bien", comentan. Adaptar al pequeño a la nueva familia también es misión de los 'acogedores'. "La primera vez fue muy fría, nos sentaron a las dos familias en una sala y el menor pasó de una a otra. Ahora es muy diferente, nos dan fotos de sus nuevos papás, hablamos con ellos y les decimos qué les gusta al niño para que cuando lo vean se lo ganen fácilmente", explica esta familia viguesa.

Familias monoparentales u homosexuales ganan peso en el programa

  • La solidaridad de los vigueses con el programa es aplaudida desde Cruz Roja. Así lo manifiesta Diana Freire, psicóloga de la organización y encargada de hablar y asesorar a las familias interesadas en formar parte e la red de acogida de menores. El número de familias interesadas en integrar el programa del subió un 60% en solo un año, pasando de 156 a 262, según datos de Política Social. Los perfiles de estas menores son diversos, por ello, se buscan familias que respondan a las "necesidades" de cada niño. ¿Qué particularidades deben cumplir? Revela la experta que cada vez más familia monoparentales e incluso homosexuales se interesan por el programa. "Es un proceso largo pero donde no hay mínimos ni casi requisitos; lo único saber que el menor o adolescente se irá luego con otra familia de adopción", explica Freire, que añade que mientras estén bajo la tutela de los acogedores, la escolarización y todo lo relativo al menor depende de ellos.

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