Acuchilla el cielo de Vigo hasta los 700 metros de altitud para brindar las mejores panorámicas del área metropolitana. Pelada por los vientos, policromada al antojo del sol, desde la imponente cúspide de O Galiñeiro todo lo que alcanza la vista parece próximo y pequeño. Al Norte pueden vislumbrarse las rías de Pontevedra y Arousa e incluso el cabo Finisterre; al Sur, la silueta de la frontera portuguesa dibujada por el río Miño; al Oeste, la línea del infinito mar despedido por Silleiro y las Cíes; y al Este, el tren de cordilleras que avanza por Gondomar, Mos, Porriño, Tui, Ponteareas.... Nada más llegar a la base, la elevación de la cresta granítica impacta de tal manera al visitante que resulta difícil quedarse en el merendero del parque forestal sin pensar en la posibilidad de afrontar el ascenso. Cada fin de semana decenas de personas sucumben al atractivo de este imán alpino en una suerte de peregrinaje hacia una cima hasta ahora casi exclusiva de los amantes de la escalada. Allí en lo alto, el vigués Juan Martínez gesticula una pose de conquistador para la fotografía que prepara su mujer: "Que vean bien mis colegas de Madrid mi fantástica tierra", grita aún recuperándose de los veinte minutos de vertiginosa subida.

Para Lourdes Castiñeira, presidenta del emblemático Club Montañeros Celtas fundado en 1942, O Galiñeiro y los montes que lo circundan -repartidos entre los municipios de Vigo y Gondomar- representan el "auténtico pulmón de la ciudad". Pero al margen de los valores naturales de este espacio representados por su enorme diversidad vegetal, faunística y geológica, destaca la vertiente menos conocida para el público: la lúdica. "Al Galiñeiro ya no van solo escaladores", subraya. Asegura que este paraje es apreciado como "un gran parque natural de ocio", donde se puede permanecer tres días seguidos sin tocar asfalto recorriendo las numerosas rutas de senderismo; pasear a caballo, en bicicleta o fotografiar los petroglifos incrustados en las laderas. Gracias a la concurrencia de personas de todas las edades y diferentes aptitudes físicas, O Galiñeiro se ha hecho popular y a su afilado pico llegan hasta los niños.

Como el hijo de siete años de un asturiano casado con una viguesa. "Siempre estábamos con la idea de subir aquí; era como una asignatura pendiente. Cada vez que venía a Vigo le preguntaba a mi mujer, ¿Se puede subir allá arriba? Como no sabía contestarme dejamos aparcado el plan hasta hoy, cuando vimos subir a gente normal, incluso con menores, y nos dijimos: ¿Nos atrevemos? Y aquí estamos", constata un orgulloso Rubén mientras su esposa e hijo relevan en la cima a la familia Martínez. "Nos vamos para abajo, que zumba mucho el Norte y acojona un poco", se despide Juan.

Son numerosos los senderos que conducen hacia la cima. Y precisamente otro aspecto que llama mucho la atención a cuantos la conquistan es la variedad de carteles indicadores. "Parece como si el mantenimiento fuera constante, y no creo que nadie venga aquí todos los días", razona Rubén. Estas señales ofrecen al visitante que se halla en la cúspide diferentes rutas para continuar la excursión. Y en función de cuál de ellas escoja se encontrará en dos municipios distintos: Vigo o Gondomar. Así de transfronteriza es esta cumbre, curiosa condición que provoca no pocas discusiones entre quienes todavía no tienen claro a cuál ayuntamiento pertenece el punto más alto de O Galiñeiro. La cartografía oficial del Ministerio de Medio Ambiente despeja la incógnita con exactitud: la cima, con 709 metros de altura, se localiza en Gondomar; y a ciento veinte metros lineales de distancia pero a una cota 15 metros inferior, con 694 en concreto, se encuentra la cúspide viguesa.

En la creciente popularidad de este paraje ha tenido mucho que ver la labor desarrollada por los Concellos, y sobre todo por los comuneros de Zamáns (Vigo) y de Vincios (Gondomar), cuidando la vasta masa forestal y difundiendo su belleza a través de internet. "Ahora los vigueses consideran O Galiñeiro como una vía de escape", ejemplifica Lourdes Castiñeira. Y para insistir en la necesidad de proteger este privilegiado enclave, alerta de "amenazas" como a su juicio representa el proyecto del parque eólico en la sierra.