Cuenta la leyenda que un día los hombres de la mar confundieron el sonido de la pardela cenicienta con el canto de una sirena. Así de enigmático suena todo lo que rodea a esta familiar de los petreles o patines, de nombre científico Calonectris diomedea, cuyo cántico gutural encandila a los marineros durante las noches primaverales; nunca echa raíces si no hay un buen número de individuos de su misma especie; y su capacidad de reproducción es tan limitada que solo pone un huevo, y no siempre cada año de los 50 que alcanza su longevidad. De ahí la importancia del asentamiento de una colonia en Cíes. Las 25 parejas que anidaron este verano van sacando adelante los frágiles polluelos, un "raro evento", en opinión de los técnicos del Parque Nacional, confirmándose así la entrada del archipiélago vigués en la reducida lista de lugares de la costa atlántica europea que acoge esta especie amenazada de extinción.

Los investigadores creen que su escurridizo comportamiento guarda relación con la elevada mortandad -en gran medida accidental- que ha sufrido esta singular ave por la sobreexplotación pesquera y el ataque de invasores como los visones. Tan vulnerable es su existencia que están convencidos de que ha logrado sobrevivir gracias a su destreza en la caza, una virtud recogida en varios documentales de la prestigiosa National Geographic, donde las vertiginosas zambullidas desde gran altura de las cenicientas cobran un protagonismo espectacular.

Para la Sociedad Española de Ornitología SEO/BirdLife, "es la especie que mejor ejemplifica los problemas de las aves marinas en España, un grupo muy amenazado", y por ello declaró 2013 "como el año de la Pardela Cenicienta". Según datos de esta organización conservacionista, hasta ahora en España solo se habían constatado colonias en Canarias y Baleares, mientras que en el archipiélago de Cíes únicamente "se viene observando" su presencia desde mediados del 2000. Pero ahora, de estar de paso, la pardela ha decidido interrumpir sus largas migraciones -es capaz de recorrer 40.000 kilómetros al año- y ha elegido la isla de Monteagudo para criar a su prole.

En la investigación de esta especie participan las universidades de Vigo y Santiago dentro de la iniciativa auspiciada por el Parque Nacional bajo el nombre "Herramientas para la conservación de poblaciones de procelariformas". Gracias a estos estudios, la incipiente colonia de Cíes ha recibido un exhaustivo seguimiento, con mayor intensidad desde verano, cuando los guardas del territorio protegido localizaron a los ejemplares anidando. Y fue también a partir de este momento cuando aumentaron las labores de protección, construyéndose cercados en torno a la zona de anidaje para evitar el ataque de predadores.

"Es muy difícil de investigar porque cría bajo las rocas o bajo tierra", explica el veterinario del Parque, Vicente Piorno. Para fotografiar los primeros polluelos debieron adentrarse en los afilados acantilados de Monteagudo. Una compleja misión que a la vista de sus significativos resultados mereció la pena: "Nunca había criado en Cíes. Estas aves con muy fieles a sus colonias de cría y muy raramente colonizan sitios nuevos. Este asentamiento indica que el sitio tiene algo especial", concluye.