Vigo guarda entre sus calles y avenidas decenas de tesoros artísticos por descubrir. Estatuas y monumentos dan un perfil único a la ciudad y la convierten en un museo al aire libre. Piezas clásicas de finales del siglo XIX conviven armoniosamente con composiciones vanguardistas recientemente instaladas, lo que crea un amplio catálogo escultórico apto para todos los gustos.

No son solo turistas quienes contemplan embelesados las figuras que adornan la ciudad, y tampoco son ellos los únicos que se fotografían con las tallas. Julio Verne, desde su posición privilegiada en el paseo de As Avenidas, ve a menudo a jóvenes vigueses retratarse con él entre los tentáculos del monstruo marino que le acompaña. No obstante gran parte del patrimonio escultórico de la ciudad resulta desconocido a los propios vecinos y muchos no sabrían decir qué ha inspirado, o incluso qué significa, la obra que contemplan. Aunque sí es cierto que generalmente se reconocen como "símbolos de la ciudad" y se consideran como "muy representativas del espíritu vigués", tal y como define todo el mundo a "Los Caballos" de la Plaza de España.

Por otro lado, la discordia está servida entre quienes habitan la ciudad sobre si las piezas que ocupan rotondas y plazas son arte, o incluso si tiene sentido su presencia, especialmente por el "gasto enorme que representan estas nuevas inauguraciones en época de crisis" apunta Helena Blanco. Pero para la mayoría, como bien dice María Socorro Lamas ante una de las esculturas más recientes de la ciudad, el homenaje al bicentenario, "lo importante es que lo que ves te guste, no se trata de entenderlo, sino de disfrutarlo".

Durante un corto recorrido por la ciudad uno puede fotografiarse con estatuas de finales del siglo XIX honrando a figuras relevantes de la historia local. Pero también puede cruzar su mirada con la de vanguardistas bañistas que se sumergen en el asfalto, surgidos del cincel de Leiro y repartidos por diferentes lugares del paseo marítimo. Algunas llevan ocupando su pedestal desde principios del siglo XX como el homenaje al poeta orensano Curros Enríquez en el Parque do Castro. Otras han sido recientemente inauguradas, como la reinterpretación de los símbolos vigueses de la torre y el olivo, realizada por Silverio Rivas con motivo del bicentenario del nombramiento de Vigo como ciudad en 1810.

En ocasiones los vecinos y visitantes no se dan cuenta de que durante sus periplos por la ciudad están siendo vigilados por seres mitológicos como "El Sireno", creación de Francisco Leiro, hasta que, paseando por la Puerta del Sol, se encuentran bajo sus aletas. Mientras tanto en los jardines de As Avenidas y Praza de Compostela los pedestales de célebres representantes de la política gallega y española resisten firmemente el paso del tiempo y el embate de vándalos y "graffiteros".

Vigo, se observe desde el ángulo que se observe, ofrece una estatua para cada gusto, para cada tipo de amante del arte, desde los más apasionados vanguardistas a quien se decanta por un estilo más clásico. Las avenidas viguesas se convierten así en una sala de exposiciones gratuita. Cada monumento cuenta una historia y cada turista o vecino se queda con una versión única, o quizás se inventa otra. Esto último sucede especialmente cuando se trata de piezas cuya interpretación se deja a elección del viandante, como puede ser la obra de Leiro, "El Sireno", el cual nadie ha sido capaz aún de descubrir si quiere nadar, caminar, o quizás volar.