No hacía ni cinco años que había salido de los astilleros, pero cuando en 1921 un temporal arrojó el correo Santa Isabel contra los riscos "Pegar", situados a los pies del faro de la isla de Sálvora, su casco se fracturó por tres puntos distintos. La catástrofe aconteció la noche del dos de enero, mientras el vapor transportaba a 266 personas –entre tripulación y pasajeros– del puerto de A Coruña al de Vilagarcía de Arousa, de donde partiría hacia Cádiz para alcanzar después, a bordo de un trasantlántico mayor, las costas de Montevideo. La fatalidad quiso que el trayecto acabase en la bocana de la Ría de Arousa, con 213 cadáveres, la conmoción general de Vigo y una historia que para Xosé María Fernández, autor de la recién reeditada Sálvora, memoria dun naufraxio. A traxedia do Santa Isabel, es "digna de las mejores tragedias".

"El vapor Santa Isabel era un buque de correo que se dedicaba a recorrer los puertos de la península para trasladar el pasaje con destino a la emigración americana", explica Fernández. Gracias a sus averiguaciones, este historiador y periodista de Santa Uxía de Riveira (A Coruña), ha podido recrear la desgracia que ocurrió entre la madrugada y el amanecer del domingo dos de enero. "Unas horas antes de la tragedia y cuando el vapor se encontraba a la altura de Fisterra empezó el mal tiempo que originaría el naufragio. –apunta el historiador– La velocidad media del vapor era de 10 nudos, lo que le impidió escapar del temporal y ponerse a salvo en el interior de la Ría" . Ante la mala visibilidad y el mar de fondo del suroeste, Esteban García Muñiz, capitán de la nave, decidió entonces dar marcha atrás, pero el buque no respondió a tiempo y su casco se empotró contra la "Pegar".

El pánico se desató a bordo del Santa Isabel. El temporal que zarandeaba la nave y el agua que empezó a manar de la cubierta lanzó a la mayoría de los 266 tripulantes a los botes salvavidas, lo que resultó una trampa mortal. El fuerte oleaje precipitó las lanchas de madera contra los peñascos y con ellos a 213 personas, que terminaron ahogadas en la Ría de Arousa o "destrozadas" contra los riscos de Sálvora. "El número de víctimas mortales sería mayor si no fuese por la intervención del segundo oficial, don Luis Cebreiro, que evitó que muriesen más personas al retener a bordo del bote número ocho a casi 20 pasajeros y tripulantes, evitando así que se fuesen contra las rocas como sucedió con otros botes", señala Fernández. La historia dicta que Cebreiro fue "el oficial más condecorado de la Marina Civil española en la primera mitad del siglo XX". La tradición popular le atribuye además el mérito de haber renunciado a su plaza a bordo del bote y tomar tierra dos horas después tras nadar varias millas en un agua gélida.

A la hazaña de Luis Cebreiro, se suma la de Cipriana Oujo, Josefa Parada y María Fernández, de entre 15 y 17 años. Cuando el torreiro encargado del antiguo faro llegó corriendo a la aldea de Sálvora en busca de ayuda, se encontró con que "solamente quedaban los más jóvenes y los más viejos". "El resto de los 60 habitantes estaban celebrando el comienzo del año con sus familiares en la parroquia de San Paio de Carreira", apunta Fernández. La urgencia de la situación llevó a María, Cipriana y Josefa a lanzarse a la playa de Area dos Bois y tomar las dornas embaradas para remar durante cinco quilómetros hasta el punto en el que se había estrellado el barco. "Fue uno de los hechos más heróicos del salvamento marítimo de nuestras costas,"–señala el historiador– "las mujeres bogaron durante cinco quilómetros en una noche de temporal hasta llegar adonde estaba el vapor".

Se sabe que las tres jóvenes heroínas volvieron al lugar de la catástrofe en varias ocasiones y consiguieron rescatar a "cerca de 15 personas" de entre los riscos. Para reconocer su valentía, que fue premiada con la medalla de Salvamento Marítimo, el Concello de Vigo organizó el 13 de febrero una recepción oficial para las tres jóvenes heroínas que convocó a miles de personas. La misma Asociación Gran Peña que años después fundaría el club de futbol que lleva su nombre se encargó de recaudar dinero para gratificar a las jóvenes y la aldea de Sálvora.