Se fue porque "quería vivir esa experiencia", asegura la viuda del soldado vigués de cuya muerte en Afganistán se cumple hoy un mes, María del Mar Borrajo. Y "por lo que comentaba en sus llamadas telefónicas, esos catorce días, fue feliz", asegura. Por eso no le reprocha nada de lo sucedido.

A principios de este verano sucedieron dos hechos determinantes en la vida del militar Rubén Alonso: nació su segundo hijo, Valentín, y él aceptó irse a Afganistán. A pesar del difícil momento que atraviesan sus familiares, acceden a hablar de los últimos momentos en común. También justifican su decisión de irse voluntario, a sabiendas del riesgo: "Como él decía, todo militar debería ir alguna vez de misión", asegura María del Mar. A Rubén "le gustaba su profesión, en los casi nueve años de servicio, siempre fue muy responsable", explica.

Y el 26 de octubre, salió de Santiago de Compostela, "convencido" de que cumpliría con su deber. Sólo 14 días más tarde, se conocía la noticia de su muerte en un atentado suicida en Herat.

Ahora, viuda y padre, recopilan los últimos legados de la vida del militar, como homenaje póstumo. Quieren que sus hijos, Cristóbal y Valentín, lleguen a conocerlo, a través de sus recuerdos. María del Mar agradece el apoyo a los compañeros de la Brilat de Pontevedra, con quienes sigue hablando y que muestra en algunas de sus fotografías.

"Era muy trabajador, por la semana era militar y el fin de semana, taxista", explican. También, que el vigués, que nacido en 1978 y estudió en el Colegio público Maestros Goldar, "casi nunca se enfadaba". Aún lo recuerdan en el Instituto de Beade, donde estudió hasta tercero de bachillerato (entonces BUP), pasándose a preparar la selectividad (cursar COU) en el Instituto Santa Irene. Fue en 1999 cuando decidió ingresar en las Fuerzas Armadas. Cuatro años más tarde se casó. Sus familiares aseguran que ellos "eran lo primero".