El cierre de la Casa de Acogida ha dejado sin alternativa a muchas víctimas de violencia de género. Algunas fueron trasladadas en secreto a centros y refugios de toda Galicia, pero un pequeño grupo acabó pidiendo ayuda a los Hermanos Misioneros de los Enfermos Pobres de Teis. Al límite de sus posibilidades, con 240 usuarios y orientado a sectores necesitados y marginales, desde el día 1 de julio la comunidad religiosa vio incrementado el número de demandantes con al menos cinco mujeres maltratadas, que acudieron a ellos en busca de protección.

Sin un albergue municipal funcionando y con dos meses por delante hasta la anunciada apertura del centro de emergencias que sustituirá a la antigua Casa de Acogida viguesa, algunas mujeres optaron por acudir a este centro religioso, el único donde les ofrecerían alojamiento.

Y así fue. Les buscaron cama en la zona reservada para mujeres y las acompañaron durante unos días. El problema que se encontraron es la imposibilidad de llevarse consigo a sus hijos, lo que motivó que muchas abandonaran las instalaciones en busca de una salida a más largo plazo.

Medidas de seguridad

En la actualidad ya no queda ninguna, aunque la puertas siguen abiertas pese a que el responsable del centro, el padre José Donaire, reconoce que "no era el lugar más idóneo para personas con una problemática tan concreta". El edificio de los Hermanos de los Pobres carece de las medidas de seguridad necesarias y, aunque se toma la precaución de que las mujeres no salgan solas o transiten libremente por las zonas abiertas, toda medida era poca para garantizar su bienestar.

Se añade el problema de la saturación de los servicios de la comunidad y la diversa problemática de sus "acogidos". El centro nació hace más de cuarenta años con la misión de atender a enfermos pobres y marginados sociales, por lo que no es el lugar adecuado para mujeres maltratadas.

La demanda de plazas es tan elevada que se fija una estancia máxima de 10 días como única forma de dar cobertura a todos los que llaman a sus puertas. El sacerdote responsable reconoce abiertamente "tener la sensación de que estamos solventando la papeleta de otros y asumiendo competencias que deberían corresponder a los servicios municipales", ya que además de a mujeres maltratadas atienden a todos los sin techo.