Familias que llevan a uno de sus miembros a un lugar para su cuidado, tipo geriátrico o centro de día, "se extrañan cuando aparece un cuidador, hombre, para la atención de la persona mayor". "Si se presenta una cuidadora no pasa nada pero si es un profesional-hombre todavía hay gente que no lo asocia a ese trabajo, y me atrevo a decir que, en este caso, se sorprenden más las mujeres", explica Raquel Mariño, profesora de Pedagogía y Didáctica de la Universidad de Santiago (USC) e investigadora del Grupo gallego de estudios para la formación e inserción laboral (GEFIL).

También ocurre a la inversa, en profesiones tradicionalmente masculinizadas, sigue sorprendiendo, a muchos, toparse con una mujer. Por ejemplo, chicas que han estudiado, con muy buenas notas muchas de ellas, una vez en el mercado laboral, hay casos en los que el personal del taller "les asigna tareas inferiores, tipo cambio de matrículas, limpieza de vehículos o atención en mostrador". "No ocurre en todos, evidentemente, pero ocurre, de manera que tituladas preparadas acaban realizando tareas de menor cualificación. O en caso de haber reparado un motor, por ejemplo, a la hora de la entrega al cliente no estar presente... Es una cuestión social, evidentemente, porque, en estos casos, es el propio cliente el que se siente más cómodo o confiado si el que arregla el motor es un hombre". Así describe la profesora Mariño casos de mujeres y hombres en el mercado laboral analizados para comprobar la masculinización o la feminización de ciertas ramas profesionales, esquemas que todavía se cumplen en la actualidad aunque a veces suenen a pasado.

En 'Balance de las necesidades formativas demandadas por mujeres que cursan o que han cursado ciclos de FP en familias profesionales masculinizadas: el caso de Galicia', la profesora Mariño, junto al profesor Antonio Rial, analizan los condicionantes formativos, laborales y sociales que impiden una igualdad real en distintos sectores del mercado. La investigación se centra "en una problemática de género que continúa fraguándose entre los planes formativos: la oferta y el acceso de las mujeres a algunos sectores profesionales".

En el gráfico con el porcentaje de hombres y mujeres por ramas profesionales se observa que el de mujeres es todavía escaso en Transporte y mantenimiento de vehículos (1,7%), Marítimo-pesquera (8,2%), Madera y mueble (6,8%), Instalación y mantenimiento (6,5%), Fabricación mecánica (2,7%), Electricidad y electrónica (4,5%) o Artes gráficas (21%). Son más en Agraria, por ejemplo: un 68,8%. Los hombres son minoría en Textil y confección (5,5%), Servicios socioculturales y a la comunidad (11,5%), Sanidad (19,2%) o Imagen y sonido (4,6%), tal y como incluyen los autores en el artículo. Aseguran que persiste la idea de que existen "ciertas ocupaciones de dominio masculino, lo que fuerza a muchas mujeres a optar por formarse en profesiones donde hay un mayor porcentaje de presencia femenina o en profesiones que socialmente se consideran adecuadas para ellas". "Esta apreciación de inseguridad ocupacional genera en el colectivo femenino una aceptación de determinadas discriminaciones como condicionamientos normales ligados a las profesiones propias de los sectores industriales", describen.

Diferencias e inseguridades

En la investigación, los autores parten de que "los estereotipos y las discriminaciones en cuanto a representación y acceso de hombres y mujeres por familias profesionales son problemáticas todavía vigentes y sin investigar con suficiente profundidad". "La igualdad entre los sexos en los entornos académicos y profesionales es una cuestión que, en pleno siglo XXI, sigue sin resolverse", explican basándose en informes previos sobre el tema. Indican también que existe "una marcada diferencia" entre el mercado laboral femenino que se promueve en el norte de Europa y el que se promueve en el sur, donde la situación de la mujer es "más desfavorable".

Explica el artículo que la elección de los estudios en la mujer sigue estando condicionada por prejuicios sociales que determinan que estas deben desempeñar, por tradición, unas profesiones y/o unas ocupaciones y no otras. "Por consiguiente, la discriminación en la trayectoria profesional y vocacional de una mujer se podría considerar más una cuestión social y laboral que una barrera de acceso formativo a nivel de estudios superiores", advierte.

Aroa Somoza en una moto. // FdV

Cuando vas con un colega a montar una instalación eléctrica "y le hablan a él"

"Pues sí, hay gente que se extraña cuando te presentas como electricista. Me pasó de prácticas en una empresa. Íbamos un compañero y yo al lugar al que nos mandaron y notas que son más agradables con él y le hablan a él".

Aroa Somoza, que estudia primero de Ciclo Superior de Sistemas Electrotécnicos y Automatizados en el Politécnico de Vigo, ya ha notado en su corta trayectoria que va a tener que pelear en un oficio tradicionalmente masculinizado, en un mundo con mayoría de hombres desde siempre. Son dos chicas en una clase de diez: María Jesús Baña (19 años) y ella, de 22. Antes hizo un ciclo de Telecomunicaciones. Le gustan las instalaciones eléctricas y los cálculos. "A los seis años desmonté una tostadora y mi padre, un manitas, me enseñaba cosas", dice. Se quiere dedicar a esto. "Hay muchos temas que tienen que evolucionar. Yo no tengo que demostrar más que ellos, tengo que demostrar lo mismo; que hago bien mi trabajo y punto", cuenta esta redondelana.

Adrián Otero, maquillando. // FdV

Clientas que prefieren ser atendidas por mujeres en cuestiones de belleza

"Siempre me gustó peinar. En casa, por ejemplo, practicaba con mi abuela. Lo que más me gusta ahora son los masajes, pero también maquillar", cuenta Adrián Otero, que va a cumplir 23 años y está en el último curso de Estética (ciclo superior) en el IES de Teis de Vigo. Antes cursó en Bueu un ciclo medio de Estética y otro de Peluquería. Desde pequeño tuvo claro que era lo suyo y se ha formado para ello. Peluqueros sí, hay muchos, ¿pero esteticistas? "Menos, sí, pero cada vez más. Sobre todo desde que hay depilaciones masculinas es más fácil entrar en este campo", cuenta Otero, que sí nota ciertas diferencias o roles predeterminados que tienen que ver con la educación, con los convencionalismos. Por ello muchos de los que, como él, son esteticistas, acaban especializándose en masajes. "Quizás por la fuerza corporal", comenta. ¿O será porque las mujeres siguen prefiriendo que las depile y las maquille una mujer?

Raquel Mariño, profesora de Pedagogía y Didáctica

"Muchas madres encuentran raro un profesional-hombre en la guardería"

Mariño, doctora en Ciencias de la Educación e investigadora en cuestiones de género en el ámbito formativo y laboral, indica que todavía hay muchos estereotipos en profesiones: "es un problema sociocultural", indica.

"Además, en los últimos diez años se han asentado de nuevo micromachismos que implican una involución en ciertas ramas", añade la experta. Para este informe entrevistaron a 50 alumnas de oficios con mayoría masculina y a 13 trabajadoras, terminados los estudios, ya en el mercado laboral. "Claro que perciben que las funciones, en muchos casos, no son las mismas que las de los hombres pese a tener igual preparación e incluso mejores notas pero, evidentemente, necesitan el trabajo", argumenta Mariño.

Apunta que el desconocimiento de la legislación y la normativa laboral conlleva mayor inseguridad. "Hablamos de sectores en los que la maternidad sigue siendo responsabilidad femenina, en el sentido de que es ella la que tiene miedo a ser penalizada", expresa.

Cuenta Mariño que en la elección de una u otra rama, con las connotaciones de género que puedan tener, "cuenta mucho la primera socialización, la familia". "De todos modos, la gente no es consciente de cómo se transmiten sutilmente los estereotipos de género en ambos sentidos. Por ejemplo, muchas madres encuentran raro un profesional- hombre en una guardería", asegura.