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La difícil recuperación de Galicia

Y la economía gallega afloró sus debilidades

La falta de consumo por el desequilibrio demográfico, la desindustrialización y el freno del negocio exterior, que habitualmente servía de compensación, dejan al PIB gallego con uno de los crecimientos más bajos del Estado

Después de seis extenuantes años de números rojos y una débil tregua en 2010, entre la primera y la segunda recesión, la economía de Galicia volvió a crecer en 2014. Un anémico 0,4%. Cualquier intento de saborear el hipotético cambio de ciclo se quedó solo en eso, en un intento, porque el alza ni siquiera acarició alguna de las tres previsiones oficiales que la la Consellería de Facenda manejó -un 0,8%, un 1,2% y, la última, un 0,9%- y porque la evolución del Productor Interior Bruto (PIB) del conjunto del Estado fue muy superior, del 1,4%. "La Xunta siempre mantiene unas estimaciones realistas y adaptadas al momento en el que se hacen. Y, con total normalidad, las adapta a las nuevas realidades cuando es necesario", defienden desde el departamento que dirige Valeriano Martínez, con un recordatorio a los muchos errores de cálculo en los que incurrieron organismos como el FMI o la propia Comisión Europea. O también el bipartito, "cuando en 2009 preveía un crecimiento del 1,3% y finalmente el PIB gallego cayó un 3,5%".

A partir de ese momento, el estallido, la peor crisis de la historia reciente devoró más de 3.600 millones de euros de la riqueza regional, en niveles ahora de hace siete años. A la luz salen las grandes y numerosas debilidades que arrastra la economía de Galicia y que, precisamente, explican por qué le cuesta tanto recuperarse y por qué lo hace sin quitar el pie del freno.

"El crecimiento español camina sobre tres raíles, que son, por orden de importancia, consumo, inversión privada y gasto público. ¿Cuál funcionó aquí? Fallaron todos", resume Venancio Salcines, presidente de la Escuela de Finanzas, que habla de un cierre del año "peor de lo esperado". "El comportamiento diferencial respecto al conjunto del Estado era esperable, pero no que fuera tan grande", coincide Miguel Vázquez Taín. "Si se mantiene, desde luego que es preocupante, no ya por las diferencias en sí - añade el máximo responsable del Consello Galego de los Colegios de Economistas de Galicia-, sino porque a menor ritmo de recuperación, de forma desigual, tardaremos más y saldremos peor de la crisis".

"Es cierto que algunos indicadores básicos muestran un cambio de tendencia, pero tampoco es menos cierto que alcanzar ciertos niveles cuando se sale de tan abajo no puede ser más que una invitación a la prudencia", avisa Santiago Gómez Fraiz, decano de la Facultad de Económicas de Vigo, con una llamada también a la "reflexión" ante "la brecha abierta" con el PIB estatal. "La impresión que se pulsaba en las empresas y que aún existe actualmente, especialmente entre las pequeñas y medianas -continúa-, no ha sido nada optimista en el último año".

De hecho, casi la mitad de los empresarios gallegos se aparta de la idea de la recuperación de la economía. Únicamente el 4,8% considera que el entorno macroeconómico es "favorable" y el 41% pone el acento en la falta de compradores a sus productos. Ahí está una de las principales causas del comportamiento enclenque del PIB gallego. Más de seis de cada diez euros desde el punto de vista de la demanda dependen del desembolso de los hogares. Y su gasto apenas aumentó un 0,5% el año pasado, frente al 2,4% registrado en el país.

Todos los caminos apuntan a una misma dirección: el deterioro demográfico. El "problema acuciante" de una estructura poblacional "con un envejecimiento extremo y una polarización geográfica del eje Vigo-A Coruña", según Gómez Fraiz. "Cuestiones que, además, tienen repercusión en el gasto administrativo, con más necesidades asistenciales y mayor dificultad para satisfacerlas, y no favorece nada el consumo interno, que se supone tiene que ser el motor de la recuperación", señala el decano vigués. "No hay nacimientos, no somos capaces de atraer gente y, lo peor, expulsamos a los mejores jóvenes, con formación, que tienden a hacer su vida en sus nuevos destinos, lo que complica su posible regreso", incide Vázquez Taín. El lado positivo, apunta Salcines, es "esta unidad de pensamiento" en que la demografía es "nuestro principal problema, el verdadero lastre de la economía gallega". "Espero -dice- que sirva para impulsar un gran pacto que lo solucione".

Desde 1964, la comunidad ha ido perdiendo peso sobre la población total en España, hasta situarse ahora por debajo del 6%, como apunta María del Carmen Guisán Seijas. "En producción por habitante y renta per cápita, Galicia está por debajo del conjunto del Estado, pero las diferencias van disminuyendo porque la región tuvo un crecimiento mayor o una disminución menor en algunas épocas -indica la catedrática de Economía de la USC-. Hemos pasado de una producción aproximada del 62% respecto a España en el quinquenio 1960-65 a una situación reciente en torno al 90%". La tendencia de los últimos 50 años se mantiene. "Si esto no cambia, Galicia no creará condiciones favorables para aumentar el empleo ni para que los gallegos emigrados que quieran volver puedan hacerlo", avisa la integrante del prestigioso grupo de investigación Hispalink. Los 500.000 gallegos emigrados, "también jóvenes e incluso en edades infantiles", representan el 23% del padrón de españoles residentes en el exterior.

La rebaja del IRPF en vigor desde el reciente mes de enero se presenta como la receta contra la atonía del gasto privado. Pero el efecto en Galicia será descafeinado. Con el argumento de la reducción de tipos del 12% al 11,5% para los tramos de ingresos más bajos que impulsó en 2014, la Xunta optó por no aplicar el descenso del Gobierno central en el tramo autonómico del impuesto. Entre eso y los gravámenes máximos en el combustible, la comunidad "carga un una presión fiscal más fuerte". "En estos momentos, de cierto optimismo, si la reducimos veremos con toda seguridad más crecimiento, más recaudación", asegura Venancio Salcines.

"El efecto del IRPF va a depender mucho de la percepción que tengan los ciudadanos sobre la evolución de la economía y mucho me temo que la confianza en el cambio de tendencia va a tardar en producirse", dice Gómez Fraiz. Ante este escenario, lo que sí tendría "efectos claros", según el decano de Económicas, sería "una armonización fiscal que evitase las disparidades tan graves" que protagonizan impuestos como el propio IRPF, el de Patrimonio o Sucesiones y Donaciones. El presidente de los economistas gallegos incorpora también a esa lista la fiscalidad de la propiedad y su transmisión -el ITP-, "donde existen diferencias que sí afectan a la neutralidad y la posibilidad de recuperación de ciertos sectores". "El gravamen por compra de vivienda usada en Galicia supera en más de un 60% al de otras comunidades", lamenta Vázquez Taín. Lo que podría justificar que también en venta de pisos la región siga el mismo diferencial negativo. Las operaciones aumentaron en 2014 un 18%. El total nacional supera el 21%, según el Ministerio de Fomento.

"La disminución de la presión fiscal tiene un efecto directo positivo para impulsar la demanda de las familias, pero su efecto total de pende de otras medidas complementarias. Digamos que es una condición en general favorable, pero no suficiente", comparte Guisán Seijas. La catedrática de la USC apela a la necesidad de avivar las dos partes de la economía. La demanda, pero también la producción. Especialmente la de la industria, muy afectada por las dos recesiones

El sector representa actualmente un 16,8% del PIB autonómico, menos de un 12% la actividad manufacturera, cuando en el año 2000 superaba el 19%. La producción industrial volvió a desplomarse el pasado ejercicio. Un 4%. El fenómeno se extiende al conjunto del país, a toda Europa. "Las principales causas son el insuficiente estímulo de las equivocadas políticas económicas de la UE, lo que provoca excesivo endeudamiento internacional en muchos casos, y las políticas de austeridad excesiva que la UE nos ha impuesto y que debilitan la producción y la demanda internas", señala María del Carmen Guisán Seijas.

A las sombras de la industria, y más concretamente a "la peor evolución" de la automoción y el naval se agarró el presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo, para razonar la pérdida de fuelle de la economía gallega. En eso insiste Facenda. "Fue el único sector en que la variación interanual empeoró respecto a 2013 (de 1,9% a -2,5 puntos), mientras que el resto de los sectores presentó una importante mejoría respecto a la evolución de 2013", afirma la consellería, que recuerda que si la industria avanza, "tiene también un impacto positivo en otros sectores, especialmente en los servicios". "No se debe analizar de forma aislada el comportamiento de los distintos componentes del PIB -sostiene-, dado que no actúan como compartimentos estanco".

"La automoción y el naval aportaron leña y bastante a un fuego que ya existía -matiza Salcines-. Galicia es, y así tiene que ser, algo más que dos sectores industriales y si no crecemos es por diferentes razones. Vamos mal si nuestra única meta para Galicia es ponerle una vela al Apóstol para que crezca la automoción y el naval".

Sin el fuelle del gasto privado ni el respaldo de la industria -incluida la energía, que se dejó un 3,5% de su producción-, a Galicia solo le quedaba la alternativa de compensar con el negocio exterior. Pero la exportación descendió más de un 3%. "La pescadilla que se muerde la cola", ilustra Miguel Vázquez Taín. ¿No existe pues el diferencial positivo que tanto esgrimió el Gobierno gallego? "La estructura demográfica, el empleo y su fuerte dependencia de pensiones y nóminas públicas, las empresas pequeñas... Son un colchón para los momentos malos, pero una limitación para los buenos", responde. "La economía gallega es en general más estable", apunta Guisán Seijas. "Es difícil -continúa- que tenga un peso mayor en la producción nacional, pero no cabe duda que sería importante que no disminuya".

El PIB gallego en el último trimestre del año, el más flojo, se elevó un 0,4%. En Madrid el alza fue del 2,3%. Un 1,9% en Castilla y León y País Vasco. Un 2,6% en Aragón. Un 2% en Cantabria. Entre éstas, las únicas comunidades con datos actualizados, y el resto, Galicia siempre ocupó un lugar destacado en el cumplimiento déficit y deuda pública. Lo que no evitó un enfrentamiento abierto con Hacienda y la Secretaría de Estado de Presupuestos, gestionada paradójicamente por la exconselleira Marta Fernández Currás, ante el perdón de deudas generalizado a aquellos territorios que se acogieron a las fórmulas de liquidez estatal. La austeridad se pagó cara. "Feijóo tiene que plantearse otra política económica, más volcada en impulsar el crecimiento que no en asegurar la suficiencia económica de las cuentas públicas", reclama Salcines.

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