Algunas de las actuales fronteras del conocimiento se encuentran en regiones del cerebro de apenas un milímetro de diámetro. Traspasarlas supondría desvelar su funcionamiento y permitiría anticiparse y tratar lesiones. María del Carmen Romero (Ferrol, 1981) explora uno de esos minúsculos pero ignotos universos en la Universidad Católica de Lovaina. A través de experimentos con nuestros parientes más cercanos, los simios, intenta profundizar en los procesos neuronales asociados a la cognición visual. Tras cuatro años de trabajo, en 2013 dejará Bélgica para continuar con su formación en la Facultad de Medicina de Harvard.

A Mela –su nombre completo solo lo utiliza en los artículos científicos– le picó el gusanillo de la investigación mientras estudiaba Psicología en Santiago. "Era de letras puras y no tenía demasiado interés por la ciencia, pero la asignatura de fisiología despertó algo en mí. Hice prácticas en el laboratorio, después realicé mi tesis y acabé enganchada. En España hay pocos psicólogos relacionados con la ciencia básica, pero en el extranjero es bastante común. Mi jefe es médico y psicólogo", comenta.

Peter Janssen, a quien conoció mientras realizaba una estancia de seis meses en la universidad japonesa de Tohoku, es uno de los investigadores principales del Laboratorio de Neuro y Psicofisiología de la Facultad de Medicina de Lovaina. "Es un científico joven, pero tiene un grupo consolidado. Él descubrió que en la región anterior intraparietal (AIP), donde el cerebro procesa la imagen de un objeto y planifica cómo debe moverse la mano para cogerlo, se localizan unas neuronas que se activan con el simple contacto visual aunque no vaya a realizarse ese movimiento ", explica.

Estas neuronas visuales se encuentran en áreas de apenas un milímetro dentro de la AIP y, una vez localizadas, se estudian mediante trabajosos experimentos con monos de la especie Macaca mulatta que se prolongan una media de dos años.

Mela no huye de la polémica sobre el uso de animales en ciencia. "Las críticas son respetables en parte, pero cumplimos unas normas estrictas y se realiza un gran esfuerzo para que sufran lo menos posible. La política belga en este tema pasa por explicar a la sociedad cómo es el trabajo con ellos y nuestro laboratorio tiene un convenio con un centro de recuperación holandés al que enviamos los macacos cuando ya no son útiles", explica.

La ferrolana destaca que la investigación en animales es necesaria para avanzar. "Cuanto más sepamos sobre la conexión de los distintos circuitos cerebrales mayor será el nivel de sofisticación que puedan alcanzar los cirujanos. Podremos entender cómo funcionan las distintas regiones y anticiparnos a los déficits de personas que sufren traumatismos o trastornos cerebrales".

En Lovaina se siente como en casa –"Es un calco de Santiago–, pero el año que viene iniciará una nueva travesía en Harvard gracias a una beca Barrié. Allí trabajará con Bevil Conway, un neurocientífico, además de artista, que estudia el proceso cerebral de percepción del color y que colabora con Margaret Livingstone, "uno de los popes de este campo". Además también realizara experimentos psicofísicos en humanos en el Wellesley College.

"Regresar ahora a España para los investigadores no es una opción. Algunos compañeros ya han decidido dejarlo y otros seguimos intentándolo por si la cosa cambia. Tenemos la sensación de que el país ha malgastado el dinero pagando una formación para la que ahora no hay lugar", lamenta.