Son vigilados de forma permanente pero han logrado saltarse los controles. Presos de ETA en Galicia han establecido una red de enlaces en las propias prisiones para sacar información al exterior y comunicarse con la dirección de la banda. Y lo han hecho a través de reclusos comunes. Les basta con un puñado de euros. Eso les garantiza que, en alguno de los permisos de salida de esos internos, la correspondencia que a ellos les sería requisada llega a su destino. Los presos a los que recurren los terroristas no preguntan por el contenido del sobre del que tienen que deshacerse nada más salir del penal. Se limitan a cumplir con el encargo de depositar el envío en un buzón a cambio de pequeñas cantidades de dinero.

Los presos etarras forman parte del Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES), una categoría que implica controles extra, con llamadas y correspondencia intervenidas, y que además no permite la concesión de permisos carcelarios. Los funcionarios vigilan con quién y para qué se relacionan con otros reclusos y cada día pasan un parte sobre su comportamiento a la Dirección General de Instituciones Penitenciarias. Pero la masificación de los penales y la falta de funcionarios, ha permitido a los terroristas zafarse de esos controles varias veces.

Instituciones Penitenciarias tiene en el punto de mira a presos etarras en Galicia, en concreto a algunos de los que cumplen condena en el penal de Teixeiro (A Coruña), donde sospecha que algunos reclusos de la bandapagaron a otros internos para contactar con el exterior. El Ministerio del Interior investiga si, tal y como informan desde la cárcel coruñesa, miembros de ETA del módulo 5 —donde coinciden con otros presos en segundo grado—, así como en el de mujeres —donde están internas tres etarras—, han intentado abrir una vía de comunicación con la dirección de la banda a través de reclusos comunes con los que tienen contacto diario.

Fuentes del centro penitenciario de Teixeiro confirmaron a este periódico que tienen la "seguridad" de que presos terroristas, tanto etarras como yihadistas, están cometiendo hechos "sumamente graves" burlando los controles a los que están sometidos, tanto de su correspondencia como de los 50 minutos de llamadas a la semana a las que tienen derecho. Su estrategia se basa en "ganarse la confianza" de algunos reclusos en segundo grado que no tienen el correo intervenido y a los que, por tanto, pueden utilizar para sacar información al exterior y comunicarse con la cúpula de ETA.

"Recurren a presos enganchados a la droga o con falta de recursos. Se aprovechan de la confianza que se han ido ganando con el paso de los años, pagándoles cafés, prestándoles dinero durante sus permisos, para que en una de sus salidas les hagan de mensajeros", apuntan desde el penal coruñés.

Veteranos

Funcionarios de prisiones denuncian que la mayoría de etarras presos llevan varios años internos en el mismo centro penitenciario (algunos, como Alberto Plazaola Andua incluso desde que se abrió el penal de Teixeiro hace diez años). Una situación que, según advierten desde la cárcel de A Coruña, repercute en el nivel de seguridad ya que tras varios años en la misma prisión "pueden constituir su propio club" y "utilizar" a otros reclusos para "sacar información y ponerse en contacto con la banda".

Pese a que la directora del penal de Teixeiro, Silvia Alonso, es conocedora de esta "situación extrema", funcionarios de la prisión denuncian que hasta el momento "no ha hecho nada" por "paliar" esta falta de control a los reclusos clasificados como FIES. Este "descontrol" —según advierten fuentes sindicales— tiene su origen en la masificación del penal, con capacidad para 1.080 presos pero que en la actualidad ronda los 1.800, y en la falta de funcionarios, con un ratio de tan sólo uno para vigilar un módulo de 140 reclusos.

Para evitar que los presos más conflictivos intenten burlar los controles internos, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias ha ordenado la creación de grupos especiales de vigilancia. Teixeiro y A Lama ya se han puesto manos a la obra. Aunque en el caso de la cárcel de A Coruña fue constituido hace ya seis meses, aún no ha empezado a funcionar. Integrado por tres funcionarios y un jefe de servicios, este grupo de intervención tiene como misión vigilar cada movimientos de los presos condenados por terrorismo, controlar con quiénes se relacionan y fijarse en aquellos internos radicales que intentan pasar desapercibidos.

La misión encomendada a estos funcionarios pasa también por ganarse la confianza de algunos reclusos para hagan de sus ojos y sus oídos en sus respectivos módulos. Todo para evitar planes de fuga como el desbaratado por Instituciones Penitenciarias el pasado mes de junio en la cárcel de Huelva o el reclutamiento de yihadistas en los propios penales, como ocurrió en las prisiones de Topas y A Lama en 2002.