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El reparto de la riqueza

El peso de los salarios en el PIB de Galicia cede al nivel más bajo de la serie histórica

La parte de riqueza generada que se queda en manos de las empresas, en máximos -La merma se centra en construcción e industria -Suma una caída de 5 puntos desde 2009

Hugo Barreiro

La economía gallega tocó fondo en 2012 tras recaer en la recesión ( double dip recession), momento en que el Producto Interior Bruto (PIB) alcanzó los 54.400 millones de euros. El año pasado superó los 58.000 millones tras crecer el 3,2%, pero el reparto de la riqueza que se generó no se efectuó de forma equitativa entre el factor trabajo (los salarios) y el beneficio empresarial. De cada cien euros de valor añadido bruto que creó Galicia y se repartió en concepto de rentas, menos de 43 se quedaron en manos de los asalariados. Es el nivel más bajo de toda la serie histórica disponible, que arranca en 1995; esto es, los trabajadores nunca se habían beneficiado tan poco de la generación de riqueza de Galicia en, como mínimo, 21 años. A nivel nominal, el tijeretazo al factor trabajo asciende a 2.630 millones de euros desde 2008, cuando alcanzó el nivel máximo del 46,9%. Desde entonces los salarios han perdido un peso de casi cinco puntos en el PIB.

Esta circunstancia no es exclusiva de Galicia, aunque sí más pronunciada que en el conjunto del Estado. El Consejo Económico y Social (CES) atribuyó este cambio en el reparto de las ganancias a un problema estructural. "Tiene mucho que ver con el patrón de crecimiento de la economía española, muy centrado en sectores de baja productividad, de escaso valor añadido e intensivos en mano de obra poco cualificada, como la construcción y algunos servicios (comercio y hostelería), donde se ha concentrado la creación de empleo temporal con salarios inferiores al promedio", expuso en un informe. El crecimiento de los salarios reales por debajo de la productividad es tendencia en las economías desarrolladas para competir con países más baratos, por ejemplo.

Las actividades

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El sector más afectado fue el de la construcción a raíz de la crisis del ladrillo, y el peso de sus sueldos cayó casi a la mitad (del 5,5% del peso de los salarios en el PIB al 2,6%). El coste bruto por empleado en este caso es de 29.072 euros, por debajo de la industria (31.928 euros). En esta tarta de reparto la porción del factor trabajo industrial también cedió, tanto por la pérdida de producción como por la introducción de nuevas tecnologías que no consumen nóminas (reemplazo de trabajo por capital). Frente al retroceso de industria y construcción se produjo un avance de los servicios, con más empleo pero peores salarios (25.783 euros brutos de media).

De este modo, aunque se haya creado empleo, el grueso ha ido a parar a este macrosector, y sus nóminas no pueden competir con lo que se ha dejado de pagar en actividades como la industria manufacturera. En paralelo está el beneficio empresarial, que justo a partir de 2012 (cuando empezó la contención salarial en España y se congeló la nómina a funcionarios) superó a las nóminas en el reparto de los beneficios de productividad. Solo en tres años registró un avance de más de dos puntos y 1.400 millones de euros de valor nominal. El 47,1% que exhibe hoy es, también, de récord.

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