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"Los bancos no me quisieron prestar dinero"

-¿Pasó por otros locales en Lalín antes de montar su propio negocio en O Espiño?

-Sí, cuando me vine para aquí estuve un tiempo al frente de la cocina del Hotel Palacio. Pichel, su dueño, había venido a comer conmigo varias veces y le gustó tanto que me dijo que tenía que ir para el hotel. Me rompió la cabeza hasta que decidí hacerle caso. Yo decidí regresar a España en cuanto me pude jubilar en la pesca, allá en Argentina.

-¿Sabe que su local de O Espiño llegó a ser muy popular?

-No me extraña nada. Tengo un grato recuerdo de aquellos años trabajando. Lo que pasa es que quise darle un alto a la casa para ampliar el negocio porque me llegó a quedar muy pequeño, pero no me dejaron. Venía gente, gastábamos mucho en luz y hubo problemas, la verdad.

-¿Cuándo recaló en el Hotel Palacio de Lalín?

-Me hice cargo de la cocina en el 74 cuando lo compró Suso, el que tenía el restaurante en Pontevedra. Era para comprarlo yo, pero a mí los bancos no quisieron prestarme cuatro millones de pesetas de entonces. Atendí el restaurante durante un año y pico, hasta que se vendió.

-¿A qué se dedica ahora?

-Ahora estoy retirado de todo porque tengo a mi esposa parapléjica desde hace unos seis y años, y hay que cuidarla.

-¿Qué es lo que más echa de menos de su azarosa vida?

-Es difícil decir algo. También fue árbitro de fútbol cuando llegué a Lalín porque yo me tengo por un deportista nato. Aquí me conocen mucho, también, porque arbitré todo lo que se pitaba en el pueblo. El arbitraje me gusta mucho porque bien hecho es muy bonito. Y aquí, menos mal, porque recuerdo que en aquellos años ya era complicado y peligroso ser árbitro en Venezuela. Volví a Caracas un par de veces, pero ahora no se parece en nada a lo que yo conocí. No me explico como los españoles aguantan tanto.

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