Al Ourense le ha llegado la hora sin cumplir los 62 años y cuando más interés despierta entre la afición al fútbol después de vivir mutuamente de espaldas durante años. Con el recuerdo todavía fresco de las gradas de O Couto prácticamente llenas en la promoción de ascenso contra el Laudio, el club enfila dos años después el trance de la desaparición con una masa social de 2.500 abonados. Se vendieron quinientos carnés menos que la temporada pasada, la del regreso a la categoría de bronce tras cuatro años en Tercera y la que marcó un hito con la multiplicación (y también el rejuvenecimiento) de la masa social. La respuesta de la afición no cumplió las expectativas que cabía esperar ante el ambicioso proyecto deportivo que le encomendaron a Luisito. En todo caso, hasta que la atmósfera se hizo irrespirable a medida que afloraba el descalabro económico, el estadio de O Couto presentaba una de las mejores medias de asistencia de la categoría de bronce -incluso cientos de aficionados se desplazaron al partido del destierro en Verín-. Estas cotas de apoyo social que ha alcanzado el Ourense no han sido suficientes para cuadrar el presupuesto ni para ablandar las voluntades políticas porque la movilización también ha llegado demasiado tarde.