Aunque a nivel de Galicia las condiciones de Rodrigo Corrales no pasaban desapercibidas para casi nadie su eclosión a nivel nacional se produjo en la Granollers Cup, en donde el Cangas fue tercero en 2003 y se proclamó campeón en 2004. "Ahí sí que me empezó a gustar mucho más el balonmano. Yo nunca había salido de Galicia, y casi ni de Cangas y cada semana jugábamos partidos fuera. Nos íbamos a este campeonato, después a un torneo en Italia. Óscar (Fernández) se movió mucho y ésa fue una de las claves para decantarme por este deporte", desvela el propio Rodrigo Corrales.

Allí se vio por primera vez las caras con otro portero con quien ha compartido trayectoria tanto en las categorías inferiores del Barcelona, como en el primer equipo como ahora en la selección absoluta, Gonzalo Pérez de Vargas. "Jugaba en el Amíbal Toledo y aunque jugamos solo diez minutos por la lluvia fue un duelo espectacular de porterías", relata Pepe Camiña. "Rodrigo se salía y veías a Gonzalo, un niño delgadito que cuando se ponía parecía que tenía 30 años", completa el pivote del Luceros Cangas.

Si 2003 fue el año de perder el miedo, 2004 fue el de la explosión de talento de un equipo en el que formaban hombres como Rial, Davila, Fabián, Hugo o Pepe. "Allí teníamos dos equipos, uno bueno y otro más flojito y en el entrenamiento cambié las porterías para poner a Rodrigo con los más débiles. Les daba premios si ganaban de cinco, de diez... Y Rodrigo preguntó, ¿y si ganamos nosotros? Pues que hagan 200 flexiones. Y los jugadores decían o 300, 0 400", cuenta Óscar Fernández. El resultado es que Rodrigo catapultó a los suyos al triunfo. Y en la verdadera competición también fue así. El Francisco de Holanda portugués fue el rival en la final. El Cangas ganó y situó en los ojos de todos a un portero que acabaría convirtiéndose en uno de los metas de la selección española.

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