No es mes para ascensos. Al menos, en lo que se refiere al Olivo, que por tercer año consecutivo ha dicho adiós al sueño de volver a la máxima categoría, esta vez en la primera de las dos rondas que llevaban a la gloria.

Por tercer año consecutivo, el Pahiño ha sido campo propicio para el rival en el play-off de ascenso, aunque en esta oportunidad las viguesas merecieron más. "Una eliminatoria se decide en detalles", sostenía David Ferreiro, técnico local. Sí y no. En el cruce ante las catalanas, más que detalles fue el sumatorio de acciones decisivas: dos palos vigueses en Badalona y un penalti de libro en la primera parte a favor del Olivo en Navia además de una angustiosa falta de pegada. Y sí, admitamos también una pizca de mala suerte, porque el golpeo de balón para el 0-1, que termina en parábola al centro de la meta, tiene un punto de fortuna.

El partido se hizo añicos al sexto minuto de juego, cuando las visitantes se adelantaban tras acción a balón parado. El Olivo no había creado una sola acción peligrosa, el rival azuzaba a su media y salía a velocidad endemoniada y obtuvo premio inmediato con un balón tonto que llegaba a su rematadora no por alto, sino botando sin que las verdes alejasen el peligro.

En nada, las de Ferreiro habían pasado de la necesidad de marcar para ir a la prórroga como mal menor a estar obligadas a hacer tres dianas para llegar a la siguiente ronda. El desplome moral resultó evidente y el Seagull, lanzado, pudo hacer el 0-2 cuando Yosse habilitaba a Albita, salvando Sheila o esta paraba el primer disparo de Laura Rey (minuto 26). El Olivo había recibido tal bofetada que estuvo media hora sonado, con apenas algún amago de inocente susto ante el área badalonesa.

Sería precisamente en el minuto 26, con la clara ocasión visitante, cuando todo cambió. El Seagull reclamaba penalti por mano a segundo remate de Yosse, había protestas y el colegiado vigués, Rubén Extremadura, expulsaba al técnico visitante. Mientras en el terreno de juego permitía las cargas y los contactos a discreción, su reglamento era bien diferente a la hora de resolver las protestas.

Coincidencia o no, al Seagull se le apagaron las ideas sin su técnico y El Olivo comenzaba a acercarse con más peligro, buscaba las bandas y agrandaba por fin el campo. A los treinta minutos, Carla se hacía una diagonal magnífica sorteando a tres rivales para un centro chut que se iba fuera por poco.

Por fin. El Olivo jugaba, sacaba sus galones y acogotaba al equipo rival. El peligro llegaba a balón parado también, pero los testarazos de Andrea Mirón y Nerea no encontraban portería. Hasta que en el 38 Nati, la mejor futbolista del encuentro, aprovechaba un mal despeje de la carrilera zurda tras acción a balón parado, se revolvía y marcaba sin que la meta visitante pudiese evitarlo. La grada rugía y cantaba el "sí se puede".

El Olivo, crecido, insistió. Y en el descuento, de nuevo por su banda derecha, Clo se iba de Gordo dentro del área y esta la derribaba. Con el auxiliar en línea y el árbitro muy cerca, la grada rugió de nuevo, pero esta vez para mostrar su descontento porque el penalti era claro. Segundos después, el árbitro señalaba el camino de los vestuarios.

Al Olivo le quedaban 45 minutos para reponerse del mazazo del primer gol y de la pena máxima no señalada. Cierto que lo intentó y que Nati siguió siendo su valor de regate elegante, pero ninguna solución técnica y táctica resolvió el mayor problema del equipo: las "olivas" fueron nulas en pegada.

Con el Seagull atrás, ya renunciando a cualquier intento de aproximarse a la meta local, salvo en una acción de 16 que atajó perfecta la cancerbera viguesa, el choque se convirtió en un quiero y no puedo de las de Ferreiro.

Ceci había entrado para dar más empuje por la banda derecha, la zaga enviaba arriba a Mirón para dar mayor empuje. Pero no. El Olivo era boxeador académico, con buenos conceptos pero sin punch, sin el golpe definitivo.

En los minutos finales, El Olivo reclamaba mano rival en el área como el Seagull en el primer periodo. La clave, no obstante, estuvo en el penalti claro de la primera mitad.