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balonmano - División de Honor Plata

La delgada línea roja

Lloria, baluarte del Octavio, alienta a sus compañeros en la vital visita al Nava

García Lloria grita durante el último partido. // A. Irago

La caballería rusa se estrelló en Balaclava contra la infantería británica, un frágil muro humano de dos en fondo. Esa "delgada línea roja" trazó una frontera impermeable sobre los pastizales de Crimea. Jorge García Lloria, que viste de amarillo, azul o verde pero es de alma encarnada, ejerce hoy como delgada línea roja del Octavio. Es el guardián sobre el abismo en un conjunto que ha recuperado la esperanza tras ganar al Amenabar. "Sentimos alivio. Estamos contentos porque hemos podido plasmar lo que trabajamos durante la semana. Ahora necesitamos seguir puntuando para pelear hasta el final", valora el portero, cuyas paradas arrancan a veces los aplausos de sus compañeros y el asombro de los rivales.

El cuadro rojillo sigue colista, con seis puntos, a cuatro de la salvación. Pero con posibilidades reales de resucitar si gana este sábado en casa del Nava, penúltimo con nueve puntos, y después en As Travesas a La Roca, duodécimo. Lloria promueve esa perspectiva a corto plazo. "Evidentemente hemos sacado la calculadora", admite. "Pero cometeríamos un error si nos ponemos a mirar hasta mayo. Está muy difícil si vemos el cómputo general. Nos tenemos que centrar en el próximo partido, que es el que puede ir dándonos vida. Toca el Nava. Si ganamos, nos podemos enganchar a la competición".

En la localidad segoviana de Nava de la Asunción les aguarda un pabellón "antiguo, de pista dura y seguro que hará frío", pronostica Lloria. El Octavio aún no se ha estrenado como visitante. Pero en Nava se ganó la pasada campaña y al Nava se le ganó en la actual, en la primera vuelta. "Tenemos que empezar a puntuar también fuera de casa. Si no, no podrá ser. Este equipo consiguió muchos puntos fuera de casa el año pasado. Esperamos recuperar también esa versión", anhela el portero.

El arquero es la voz autorizada del vestuario junto a la de Cerillo. Durante el retiro temporal del capitán era de largo Lloria, a sus 31 años, el más rico en vivencias en una plantilla adolescente en su edad media -Hermida, con 23, era el segundo más veterano-. El poso le permite analizar por qué el rendimiento de la escuadra se ha deteriorado. "Es un poco todo. No hay un factor que lo explique totalmente", comenta. "Me voy más por el tema de las dinámicas de juego y resultados. El año pasado ganamos dos partidos que no contábamos en las tres primeras jornadas y eso nos dio tranquilidad. Esta temporada nos ha pasado al revés. Nos ha costado puntuar desde el principio. El calendario no nos ayudó. Y se nos juntaron lesiones de jugadores importantes, la sanción de los entrenadores que nos hizo daño anímicamente?". En lo estricto del juego, aquel Octavio de gol fácil y sufrimiento defensivo ha experimentado un vuelco, más firme ahora atrás y atrancado arriba. "Defendemos mejor, nos hemos asentado, pero aprovechamos peor el contraataque. El año pasado éramos más incisivos", resume.

La adolescencia de los compañeros también pesa, igual para el júbilo efervescente de antaño que para la ansiedad dolorosa de hoy. "Esta situación no es nueva para un jugador de más edad. Han venido mal dadas y se ha notado esa falta de figuras veteranas. Yo puedo aconsejar, pedir intensidad, pero por mi posición en el campo no tengo una influencia real. Solo puedo pararlas. Ha faltado alguien más veterano en la primera línea, donde se maneja el cotarro. Cuando las cosas se ponen cuesta arriba nos precipitamos un poco, son etapas que ellos deben vivir como jugadores. A los chavales solo podemos pedirles esfuerzo y eso nunca ha faltado. Todos lo estamos dando todo".

Lloria se formó en el Octavio desde cadete. Estuvo dos temporadas como meritorio a la sombra de Pasqui en tiempos todavía boyantes. Después peregrinó por diversos equipos como Huesca y Toledo, plenamente dedicado al balonmano. En marzo de 2012 regresó al club de sus amores, con el balonmano en declive, arrasado por la crisis. Lloria trabaja hoy en día como autónomo para Mapfre y va a sacar el título de técnico superior de balonmano, con equivalencia de ciclo superior y que le abrirá la puerta a otros estudios. "Se puede seguir viviendo del balonmano, pero no como antes. Los sueldos se han reducido en un cincuenta,sesenta o setenta por ciento, independientemente de la categoría. Antes en Honor B podías vivir holgadamente y ahora en Asobal cobras 600 euros", describe. Él sabe que el balonmano vigués necesita al Octavio al menos en la segunda categoría. Entiende que a su chavalada se le enturbiará la progresión si no se logra la hazaña. ¿Y de su propia carrera, con tanto recorrido aún por delante y buen caché? "No estoy pensando en el futuro ni en irme. Nos hemos metido en una situación límite, no hay que engañarse. Un error más nos condenaría. Pero pensando en esas cosas solo conseguiremos distraernos. Prefiero abstraerme de eso. Sé lo que significa el Octavio", concluye.

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