Poco antes de acudir a los Juegos Olímpicos de México en 1968 una delegación de deportistas yugoslavos fue recibida por el Mariscal Tito en la sede del Gobierno. En medio del grupo estaba la pequeña y tímida Vera Nikolic. La joven mediofondista de 19 años, impresionada por el escenario y la presencia del mandatario, optó por esconderse detrás de la inmensa espalda de un jugador de waterpolo y bajó la mirada. En mitad de la intervención Tito heló su sangre al dirigirse específicamente a ella: "Vera, la cabeza bien arriba. Quiero volver a escuchar nuestro himno nacional en unos Juegos Olímpicos en tu honor".

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