La vida en alta mar, en medio de las campañas, "es muy rutinaria", reconoce Andrés Giráldez, aunque con diferencias en función del turno de trabajo y del proyecto. "Procuramos no trabajar más de 12 horas, entre 8 y 12, algunas veces de día y otras de noche, porque se está operativo las 24 horas del día, incluyendo sábados, domingos y festivos", subraya. El tiempo libre se emplea en las escasas actividades que permite el barco.

"Además de comer y dormir, charlamos, vemos películas. Se trata de intentar matar el aburrimiento y de hacer lo más llevadero posible el tiempo en el mar", afirma. Un mar que por el momento lo ha llevado no sólo a la Antártida, sino también a Ushuaia (Argentina), Ciudad del Cabo, las Islas Canarias o a la República Dominicana. Pero en el mar tampoco se pierde el contacto directo con la familia o con el deporte. "Podemos seguir los resultados y las noticias ya que disponemos de conexión a Internet, que, aunque lenta, nos posibilita tanto conectarnos a la red como hablar por teléfono con nuestras familias", afirma. "Y todos los domingos estoy pendiente del Alondras", añade.

En esta última campaña, la expedición del Buque Oceanográfico Hespérides recopiló información acerca de las corrientes que parten de la península antártica, así como de su determinación, localización y características, además de la batimetría (estudio de la profundidad marina) para conocer su orografía y elementos de interés. En total fueron cerca de 90 personas entre los 50 militares de la tripulación y los 35 civiles, entre científicos y técnicos. Estos últimos acuden a los lugares de las campañas en avión, al contrario de la tripulación, que debió realizar cerca de un mes de travesía en este buque de 82 metros de eslora y capacidad polar.

Privilegiado

"La verdad es que es un privilegio poder ir a la Antártida, una zona a la que no mucha gente puede llegar, y ver icebergs, islas y unos paisajes tan bonitos como inhóspitos", afirma. "Algo que probablemente sólo se pueda ver una vez en la vida", completa el futbolista.

Contrariamente a lo que se pueda pensar, esta vez no le ha tocado soportar temperaturas excesivamente bajas, ya que es verano en el hemisferio sur. Por ello, el termómetro se situaba entre los 2 y los -2 grados y tampoco oscurecía de todo.