¿Quién o quiénes pasarán a la historia como responsables del descenso a Tercera División de este histórico club? Alguien tendrá que explicar como una plantilla que se lleva del presupuesto granate más de un millón de euros acaba aborchonando a los aficionados. Alguien tendrá que argumentar las razones que llevaron a echar a la mayoría de los jugadores que a punto estuvieron de ascender la temporada anterior a Segunda para fichar medianías a bajo precio que finalmente resultaron demasiado caras.

Pero también alguien tendrá que explicar cómo después de sanearse el club hace una década tras un proceso de quita y espera, ahora la entidad se encuentra con una deuda que ronda los 4 millones. Ese alguien debía de explicar, igualmente, las razones por las que decidió, con un club sumergido en una grave crisis económica, realizar contratos millonarios a jugadores y cargos técnicos. Y por este motivo debería dar cuenta de todo el dinero ingresado la pasada campaña con un play off histórico, con 12.000 aficionados en las gradas en cada uno de los dos partidos, mientras desde el club se anunciaba una recaudación irrisoria.

Cuando las cosas se hacen rematadamente mal, como ha sido el caso, desde un principio hay que esperar lo peor. Y Nino Mirón, que llevó la nave granate durante la última década, era consciente de lo que se le venía encima y quizá debía ser consciente, o tal vez no, del mal que le estaba haciendo al club. Abandonó el barco, según él, por la falta de ayuda de las instituciones, unas instituciones, por otra parte, hartas de comprobar lo mal que gestionaba el Pontevedra.

Y le bastaron cuatro años para tirar por la borda su buen trabajo de inicio. En 2007 manifestó que el Pontevedra era el club más saneado de

España. Ahí está ahora, si me apuran a un paso de la desaparición. Comenzó a rodearse de aduladores, a algunos se los llevó para el club y ahí comenzó su declive. Le pasó lo que a tantos responsables de clubes deportivos, que no supo gestionar el dinero que entraba en la entidad Gastó más de lo que se ingresaba, olvidó la cantera y abusó de fichajes que nada aportaban y a precio de categoría superior. En la plantilla actual todavía queda algún ejemplo.

Si con su marcha pensaba el máximo accionista granate que eludía sus responsabilidades y dejaba el peso de este fracaso histórico en manos de su sustituto, va mal encaminado. Se le recordará como el presidente que ascendió al Pontevedra a Segunda, pero también y, sobre todo, como el gran responsable del descenso a Tercera después de 27 años.

Formó un equipo, según manifestó en la presentación allá por el mes de agosto, para ascender y un par de meses después el equipo coqueteaba con el descenso. En diciembre deja el consejo de administración y los nuevos responsables optan por cambiar más de media plantilla, dejando por el camino a los cargos técnicos de confianza de Mirón, aquellos cuyas nóminas no bajaban de 70.000 euros. Hubo tres entrenadores, desde el inicio de temporada. Uno que vino cobrando, poco, eso sí (Ángel Viadero); otro que vino gratis por su amor al club (Castro Santos); y el tercero llegó a precio de saldo (Manolo Tomé).

De despropósito en despropósito. Todo se hizo mal. Aprisa y corriendo se quiso hacer un nuevo equipo en agosto, a escasas semanas del inicio de la competición. En enero el nuevo consejo de administración formó casi otro nuevo equipo y dió numerosas bajas en el plantel. Los fichajes de verano y de invierno apuntan al director deportivo, Sergio Martín, pero éste solo estaba para cobrar a final de mes. Su labor refleja lo que ha sido el Pontevedra, un pasotismo total.

Y ciertamente, la mediocridad se asentó tanto en la sede del club como en el terreno de juego. Los políticos de esta ciudad quisieron jugar a directivos deportivos y pasaron a formar parte del consejo de administración. Louzán y Lores colocaron en la presidencia a Mauricio Rodríguez. Un error tras otro.

Tras la marcha de Mirón se habló con Lupe Murillo y con el expresidente Gerardo Lorenzo para que se hicieran cargo de la entidad. Pero las cuentas no salían, nadie sabía cuál era la deuda real del Pontevedra. Mirón no quería vender sus acciones.

Y también por esa razón, al seguir siendo el principal accionista le hace ser el máximo responsable de este descalabro.

Algunos jugadores ayer rajaron contra el actual consejo de administración, cuya gestión ciertamente ha sido nefasta, pero se antoja que el mal ya estaba demasiado arraigado en la sede de Benito Corbal. Curiosamente, estos jugadores los ha traído Mirón, con muy buen sueldo, con una gran relación de amistad y que curiosamente nada han aportado y salen ahora, consumado el descenso, para culpar a todos menos a ellos mismos y al expresidente._Curioso que hable quien ha estado deambulando por el césped de Pasarón.

El disgusto no es para los jugadores, ni para muchos de los directivos. El malestar que durará mucho tiempo es para el aficionado que no puede dar crédito a lo que ha pasado esta temporada.

Muchos creen que hay que asumir cuando antes lo ocurrido y planificar el próximo año. Así debe ser, pero tampoco nadie debe olvidar la gestión hecha por los responsables para no volver a repetir errores tan graves.

Mirón tardó solo siete años en olvidarse que el Pontevedra estuvo a punto de desaparecer en la década de los noventa ante la deuda que había acumulado. Ahora, con un gran estadio esta numerosa e histórica afición vive el bochorno de jugar en Tercera División, precisamente cuando el Pontevedra va a cumplir 70