La caída del muro de Berlín, la desmembración del Telón de Acero y el nacimiento posterior de las repúblicas que acabaron con la Unión Soviética, fue el final del deportista de Estado. Los países que hicieron del deporte bandera política fueron derribados tras la unificación de Alemana. Cuba, Corea del Norte y China son los únicos vestigios del viejo sistema.

Los países comunistas encontraron en el deporte una salida para mostrar imagen de sistema triunfante y para ello prepararon a sus deportistas tras toda clase de estudios que llevaban a la conclusión de qué tipos humanos tenían mejores predisposiciones para una determinada especialidad. La preparación sobre la base de la selección de los más aptos trajo a continuación, muchas veces, la manipulación de las mujeres para entorpecer su crecimiento, como en el caso de las gimnastas, y la administración de fármacos para potenciar muscularmente, ayudar a la resistencia y crear campeones en todas las disciplinas olímpicas.

En los Juegos Olímpicos de 1952 (Helsinki) apareció la selección húngara de fútbol campeona con figuras tales como Puskas, Kocsis Czibor, Boszick, Grosics e Higdekuti. Fueron los primeros campeones que hicieron carrera en el ejército donde las estrellas se ganaban con resultados. Así, Ferenc Puskas era coronel cuando decidió exiliarse.

En la Urss el deporte se convirtió en carrera universitaria y sus grandes estrellas gozaron de privilegios, que no estaban al alcance de los demás ciudadanos, incluidos aquellos que ejercían como grandes especialistas en materias de gran prestigio científico y social.

El futbolista de estado tuvo plenitud en los Juegos de Melbourne donde ganó la Urss de Yashin, seguida de Yugoslavia y Bulgaria. La Urss consiguió que el hoy ucraniano Valery Borzov fuera el último blanco en la ganar los 100 metros (Munich 1972)

La gran explosión deportiva de la República Democrática Alemana (RDA)se produjo cuando sus nadadoras comenzaron a echar del podio a las estadounidenses y en el estadio, sus atletas comenzaron a establecer records olímpicos y mundiales. En principio, tales éxitos fueron compartidos con deportistas de otros países del Telón, como Checoslovaquia, que en México 68 aportó la figura de la gimnasia Vera Caslavska, la reina de los Juegos. Allí, la RDA acabó en quinto lugar del medallero por delante de la República Federal. Aunque la Federal sumó 26 medallas, una más, fue la RDA la que ganó más medallas de oro (9 a 5).

La gran confrontación llegó en 1972 en Munich. Fue la primera vez que vi en la calle el sentimiento alemán conjunto. Los ciudadanos, que se paraban ante las pizarras que iban anotando las preseas conquistadas, acababan por sumar las de las dos Alemanias. En aquellos juegos, dominados popularmente por Mark Spitz (USA) y Shane Gould (Australia) en natación, fueron el triunfo del estudiantes de música de jazz Borzov, el descubrimiento de la gimnasta soviética Olga Korbut, fue la primera vez que el equipo estadounidense de baloncesto fue derrotado en la final por la Urss y se produjo la gran confrontación entre germanos de ambos lados. El personaje más popular fue la saltadora Heidi Rosendhal (RFA) quien ganó el salto de longitud.

El medallero volvió a colocar a la RDA por delante, en el tercer puesto, con 66 medallas y 20 de oro y la RFA se quedó con el total de 40 y 13 en oros.

La RDA fue siempre por delante pero los métodos seguidos no fueron, según se ha comprobado después, los más ortodoxos. Su atletas y sus nadadoras fueron puestas bajo sospecha. Y hasta se dio el caso de que una de ellas. Heidi Krieger es ahora Andreas con importante bigote y casado con una mujer.

La confrontación directa de ambas Alemanias se produjo en Hamburgo, durante el Mundial de Fútbol de 1974. Aquella tarde, que compartí con dos periodistas españoles, Paco Echeverría y Andrés Mercé Varela, viví uno de los espectáculos más curiosos del mundo del deporte. Al estadio llegaron 3000 alemanes del Este, todos juntos y todos asentados en la parte baja de la tribuna de general. Sólo saltaron con el gol del triunfo. Todo el resto del estadio, lleno de fervientes aficionados de la RFA vio con desencanto, y silencio, la victoria de la RDA gracia al gol de Sparwasser, uno de los varios futbolistas de calidad que siempre soñó con salir a occidente. Los Maier, Vogts, Beckenbauer, Muller y el luego valencianista Bonhoff, entre otros, aunque días después fueron campeones mundiales al derrotar a la Holanda de Cruyff, salieron de Hamburgo con la vergüenza de haber sido derrotados por supuestos futbolistas "amateurs".

La unificación de Alemania ha tenido como consecuencia directa la diferenciación de ambos lados. El Este ha dejado de proporcionar deportistas de elite en la cantidad que lo hacía y en el Oeste se ha seguido el mismo ritmo. En los Juegos Olímpicos, teóricamente, con un solo equipo al sumar los dos anteriores, el medallero debería haber alcanzado cifras superiores y no ha sido así.

En Pekín, Alemania unida, quinta en el medallero, sumó 41 medallas, y sólo 16 de oro. Rusia, pese a la desmembración aún fue tercera detrás de Estados Unidos y China.

Aquella victoria de la RDA en Hamburgo no fue un hecho aislado porque su selección olímpica fue campeona en Montreal y, no obstante, pese a que en el Este nacieron algunos futbolistas destacados como Ballack, y la propia cancillera Angela Merkel, seguidora del Cottbus, el fútbol sigue siendo cosa del oeste. Los equipos de la extinta RDA no han podido competir con los de la RFA. Hansa Rostock está en segunda y la final de la Recopa que el Magdeburgo, en 1974, le ganó al Milán (2-0) en Rótterdam con Sparwasser en el equipo, y la final de la Uefa de 1987, en Atenas, en la que el Lokomotiv de Leipzig perdió (0-1) con el Ajas, son sólo recuerdos.

El muro de Berlín que cayó hace dos decenios (a caballo de tres décadas 80-90-2000) ha contribuido a transformar el deporte. Se acabaron los atletas de estado y se persigue con más eficacia el dopaje. En veinte años el mapa, políticamente, ha cambiado de manera extraordinaria y también deportivamente.