Para llegar a la conclusión de que los delfines no son una amenaza para las marsopas, pero también para deducir que éstas habitan aguas profundas, fue preciso desarrollar un intenso trabajo a bordo del barco del BDRI en la costa de las Rías Baixas, "una zona considerada como un reducto para esta especie, aunque no exenta de amenazas", reconoce el director del centro de investigación asentado en la villa meca.

Supuso, según su propio testimonio, "un esfuerzo sin precedentes", ya que fueron "cuatro años consecutivos de investigación, con 273 días en el mar y casi 9.417 kilómetros recorridos hasta lograr la observación de setenta grupos de marsopas", algunos de hasta 25 ejemplares y con una media de 4,8 individuos por "familia". Gracias a este seguimiento, que se complementa y contrasta con el realizado entre 712 grupos de delfines mulares, el BDRI sentencia que, "al contrario de lo que se pensaba hasta el momento" en cuanto a que la "toniña" es una especie "predominantemente costera", lo cierto es que "muestra preferencia por aguas profundas, de más de cien metros". Tanto es así que "existen tres veces más posibilidades de observar marsopas a 100 metros de profundidad que de hacerlo a 50, e incluso en numerosas ocasiones se aventuran hasta el borde de la plataforma continental".

En cualquier caso, "esto no quiere decir que las marsopas no visiten con frecuencia el interior de las rías y las aguas costeras, pero sí que prefieren mantenerse alejadas, creemos que a causa de la citada contaminación acústica derivada de la actividad pesquera y recreativa". Dicho de otro modo: "Además de los factores ligados a la distribución de las especies de peces que forman parte de su dieta, existe un claro impacto humano causado por el tráfico de embarcaciones de motor".