Las últimas excavaciones ejecutadas en el Castro de Alobre (entre febrero y junio de este año) han reportado a la sociedad destacados hallazgos, como por ejemplo un hipocausto, una especie de sala calefactada por el suelo que se usaba en la época romana para baños y termas mediante una estructura de ladrillo y de una altura de dos pies (52 centímetros). Mientras que en anteriores prospecciones se hablaba de un horno de teja (una "telleira"), la reciente excavación de 480 metros cuadrados en la zona ha permitido al equipo liderado por el arqueólogo Diego Piay realizar un giro en la interpretación de este vestigio en concreto.

El Castro de Alobre es muy singular por varios motivos: por su ubicación en pleno corazón de Vilagarcía y por presentar piezas en un estado de conservación óptimo; por la gran cantidad de metales hallados (250 de 20.000 piezas) y por albergar parte de estructuras castrexas, también de la época romana, lo que ha permitido ampliar la cronología con la que se trabajaba hasta el siglo III d.C. (desde el siglo II a.C.).

En ellas destaca el espectacular "concheiro", Con una superficie de unos 100 metros cuadrados y una altura de hasta 80 centímetros, está formado por conchas de almeja, mejillón, navaja y restos de cetáceos. También incluye huesos de vaca y otros que podrían ser de oso.

Entre las 20.000 piezas descubiertas, destacan una fíbula de disco, otra de tipo alesia de la que no se han encontrado piezas similares, otra fíbula para sujetar una coraza y un cuchillo de hoja curva posiblemente de origen gaélico. Uno similar se halló en Asturias.

Un papel importante en los hallazgos lo juegan las monedas. Hay una de Augusto documentada del siglo I d.C. , otra de Claudio Segundo Gótico y otra de Sulpicio Galba.

Los vestigios demuestran que el Castro de Alobre fue un poblado con fuerte vocación comercial (cerámicas del Mediterráneo, como por ejemplo de la Península Itálica) y que después fue un asentamiento propiamente romano, pero se desconoce exactamente cuál.