'The Whale': el cine como acto de fe

Brendan Fraser, en 'The Whale'

Brendan Fraser, en 'The Whale'

Carmen Villar

Carmen Villar

Ni las hiperbólicas prótesis que construyen la obesidad mórbida de su personaje, ni el estricto ambiente “teatral” en el que desarrolla el papel protagonista, han impedido a Brendan Fraser, cuerpo gigante mediante, pero también alma enorme, de “The whale”, componer una actuación de aplauso y hacerse con el Oscar al mejor actor protagonista.

Darren Aronofsky, al que se le da bien rescatar a actores en horas bajas, como ocurría en “El luchador”, es el responsable de esta versión de “Moby Dick” implosiva, ubicada en un océano aprisionado entre cuatro paredes en el que el protagonista intenta dar alcance a su obsesión: un sentimiento de culpa y la consiguiente penitencia por la pérdida.

“The whale”, que por algo lleva el título original con el que Melville bautizó la inmortal obra en la que el capitán Acab persigue a su leviatán blanco, no es una bifurcación espacio-confesional de “Leaving Las Vegas” con comida basura en vez de alcohol como cilicio, sino una desconstrucción de la fe, que lo mismo mueve montañas que conduce a abismos, como es el caso, que puede salvar y condenar en función de quien la interprete.

Además del brillante rol de Fraser, salpimentado con gusto por el resto del reparto, es placentero asistir a una película construida sobre el discurso, una obra en la que la acción es tan limitada como la capacidad de su personaje principal para desplazarse, una película que invita a la reflexión, en la que no hay prisa y en la que lo importante que sucede no puede percibirse acelerando la velocidad. El perdón no puede apurarse.

De paso, incluso hay sitio para dejar caer cómo las tecnologías digitales permiten mentir y construir una fe falsa, para analizar cómo los nuevos modelos de organización familiar condicionan la vida de sus integrantes, para examinar el rol de la religión en la represión sexual o incluso asomarse al precipicio del suicidio.

“The whale” es una inmensa oración de perdón, una llamada a la posibilidad de la redención. Frente al vacío y al nihilismo de anteriores trabajos de Aronofsky, aquí hay sitio para la esperanza.