No es extraño que la última película de Roy Andersson, "Una paloma se posó en una rama a reflexionar", fuese León de Oro de Venecia, un festival que suele apostar por el cine original y transgresor, y esta película se sale de los estándares por las cuatro esquinas de sus bellamente encuadrados planos, situados en un mundo que él llama "hiperrealidad".
Formalmente poco tiene del ruido y furia que predicaba Shakespeare para la vida, pero la procesión va por dentro. Desfilamos por sus numerosas viñetas errantes y aparentemente banales como guiados por un pasayo a través de un museo de humanos disecados para contemplar lo absurdo de la condición humana. Andersson, como Bergman, es sueco, y parece que llevan el existencialismo en la sangre. Solo que Andersson es bastante pródigo con el humor.