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El que muere el último no ríe mejor

La comedia dramática israelí "Fiesta de despedida", que se estrena hoy tras recibir el aplauso de la crítica, invita a plantearnos cómo queremos irnos de este mundo

Vejez, enfermedad y humor. Parece un combinado difícil, pero los israelíes Tal Granit y Sharon Maymon han logrado que funcione en su ópera prima, "Fiesta de despedida", una invitación a penetrar en "la zona gris" de nuestras presunciones sobre la muerte.

Probablemente ha sido ese sutil equilibrio entre drama y comedia lo que ha ayudado a que esta película llegue al corazón del espectador y se haya alzado con la Espiga de Oro en la SEMINCI de Valladolid y un premio del público en Venecia.

"Fiesta de despedida" cuenta la historia de un grupo de amigos ancianos que afrontan el tramo final de sus vidas acuciados por enfermedades como el alzheimer o el cáncer terminal, ante lo cual uno de ellos decide construir una máquina que permite practicar la eutanasia sin ayuda de terceros.

Parte del elenco de la tercera edad del filme.

"En todos los países donde se ha visto la película, las reacciones han sido similares. El público ríe en el mismo sitio y llora en el mismo sitio", afirma Granit. "Mucha gente viene y nos pregunta si tenemos la máquina y se la prestamos. Es difícil pensarlo, pero todos vamos a morir y está bien pensar cómo queremos que sea", añade.

La idea para este primer largo surgió a raíz de una experiencia personal de Granit. Al morir la abuela de su ex pareja, a los 80 años, él y su novio fueron testigos de cómo los médicos intentaban por todos los medios mantenerla con vida. "La muerte la liberaba del dolor y el sufrimiento, pero los médicos intentaron inútilmente resucitarla durante media hora. Me pareció absurdo", señala el cineasta.

Aunque las reacciones a su trabajo están siendo en general muy positivas, hubo momentos en que el tema y, sobre todo, la palabra "eutanasia", les ocasionaron algún problema. "Sobre el guión, el título era 'My sweet euthanasia' (Mi dulce eutanasia). Nuestro productor alemán nos advirtió de que esa palabra era una bomba en Alemania, por las prácticas del Tercer Reich. Sólo cuando lo cambiamos pudimos acceder a los fondos", explica Granit. "Pero esta película no es sobre la muerte", añade. "Es sobre la vida, sobre la capacidad de elegir cómo quieres vivir y cómo quieres acabar tu vida. Es sobre la libertad".

La idea de la máquina que permite autoinyectarse una dosis química letal está inspirada en el Thanatron, aparato inventado por Jack Kevorkian, más conocido como "Doctor Muerte", por haber ayudado a morir a unas 130 personas, según reconoció él mismo.

La historia de Kevorkian fue llevada a la pantalla en 2010 por Barry Levinson, con Al Pacino en el papel del doctor, condenado a una sentencia de entre 10 y 25 años de cárcel en 1999 por asesinato en segundo grado.

No es la única película que ha tratado el tema de la eutanasia o el derecho a la muerte digna. "Johnny cogió su fusil" (1971), de Dalton Trumbo; "Danzad, danzad malditos" (1969), de Sydney Pollack; "Mi vida es mía" (1981), de John Badham, o la española "Mar adentro" (2004), de Alejandro Amenábar, son algunos ejemplos.

Pero rara vez se había hecho desde el humor, con la excepción quizás de la franco-canadiense "Las invasiones bárbaras" (2003), aunque a diferencia de aquella, "Fiesta de despedida" roza por momentos el surrealismo. "El humor es la única manera en que sabemos tratar las cosas serias, nos sale natural, para compensar", dice Granit. Eso sí, hay momentos en que no queda otra que dejar las risas a un lado.

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