Aunque sean solo 60 minutos, el cambio de hora se nota. Es como si hubiéramos hecho un viaje transoceánico y tuviéramos jet lag. En parte el ajuste de hora se debe a la alteración de los ritmos circadianos, que son los ciclos biológicos que regulan el sueño. Así se puede sentir que se está más irritable, se disminuye la vitalidad y la capacidad de concentración. Por otro lado, el aumento de las horas de luz tiene un impacto psicológico positivo. Los más afectados son los mayores y los niños, pero por suerte, este trastorno solo dura unos pocos días.