Estas primeras películas sobre gases de efecto invernadero han sido posibles gracias a la labor de los científicos tras tres años de observaciones realizadas por el Espectrómetro de Absorción de Exploración e Imágenes para Cartografía Atmosférica (SCIAMACHY), a bordo del satélite Envisat de la ESA.

Se trata del primer sensor espacial capaz de medir con gran sensibilidad los gases de efecto invernadero más importantes sobre la superficie terrestre, al observar el espectro de la luz solar a través de la atmósfera desde una posición "nadir", según los responsables de la ESA.

Los científicos Michael Buchwitz y Oliver Schneising, del Instituto de Física Medioambiental (IUP) de la Universidad alemana de Bremen, dirigido por el profesor John P. Burrows, han sido los responsables de la elaboración de los mapas basándose en observaciones de SCIAMACHY, entre los años 2003 y 2005.

Aunque el dióxido de carbono es el gas invernadero más importante, las moléculas de metano atrapan el calor con una eficacia 20 veces superior a la de una molécula de dióxido de carbono, según los expertos.

Además las emisiones de metano -el segundo gas invernadero más importante- pueden incrementarse de manera importante en el futuro por el calentamiento global si las zonas de permafrost actualmente heladas empiezan a liberar metano.

Los nuevos datos sobre metano confirman los resultados de otro estudio realizado en 2005 por el Instituto de Física Medioambiental (IUP) de la Universidad de Heidelberg, junto con el KMNI (Royal Netherlands Meteorological Institute), según el cual existían emisiones de metano mayores de las previstas en bosques tropicales, distintas de los modelos de simulación obtenidos en el mismo periodo.

Buchwitz y sus colegas utilizaron los datos de SCIAMACHY para obtener información sobre las columnas de dióxido de carbono, originadas tanto de manera natural como por actividades humanas, como quemar combustibles fósiles.

Tal como sucede con el metano, existen importantes lagunas de conocimiento respecto a las fuentes de dióxido de carbono, como los incendios, la actividad volcánica y la respiración de organismos vivos, así como de las zonas de absorción natural, como los suelos y el océano.

Al conocer mejor todos los parámetros referentes al ciclo del carbono, los científicos pueden predecir mejor el cambio climático y controlar mejor el cumplimiento de los tratados internacionales destinados a reducir las emisiones de gas de efecto invernadero, como el Protocolo de Kioto, que promueve la reducción de seis gases, entre ellos el dióxido de carbono y el metano.