El Festival de Cine de Málaga calibra sus focos. Hoy comienza su nueva edición en la que, un año más, habrá diversa presencia gallega. Oliver Laxe (“O que arde”, “Mimosas”) recogerá el Premio Málaga Talent; se podrá ver al actor coruñés Nancho Novo en el filme “Hombre muerto no sabe vivir”; y se estrenarán los cortos documentales “Augas Abisais” de Xacio Baño más “A comuñón da miña prima de Brandón Cerviño. De nuevo, por el COVID, no habrá alfombra roja pero dos jóvenes promesas de la interpretación –el monfortino David Rodríguez y el gondomareño Javier Casellas– se convertirán en protagonistas del Festival. Viajarán estos días a la ciudad andaluza para la première de “Live is life”.

Su director, el también gallego Dani de la Torre acudirá con su troupe a Málaga este fin de semana. El adolescente Javier Casellas confiesa que se le hará “un poco raro” posar ante los flashes. “Nunca me vi estando en la alfombra roja. Creo que va a marcar un antes y un después en mi vida” , explica el joven que el próximo día 27 cumplirá 17 años de edad.

A punto de entrar en la peluquería para ponerse guapo para el Festival, asegura: “No tengo ninguna preocupación, solo que tengo que coger dos aviones y no me gusta mucho”.

En la película, se narra el reencuentro en verano y en Galicia de varios amigos de la comunidad y procedentes de Madrid o Barcelona que en la noche de San Juan se enfrentan a una aventura: buscar una flor mágica para un conjuro los proteja de los males, en especial, a uno de ellos.

Casellas da vida a Garriga. “Mi personaje es clavado a mí, es el gracioso del grupo, el que –detalla– intenta quitar hierro a los problemas. Garriga en la película busca llegar a ser como los demás. Piensa que los demás tienen más valor que él, que su opinión está por debajo de la de los demás”.

El rodaje en la Ribeira Sacra y Ourense más otros lugares –incluido Vigo– anotó anécdotas para el grupo de actores como la de una noche en la que medio se escaparon del balneario en el que se hospedaban para dar una vuelta. A sabiendas que no debían estar fuera y ante el temor a ser descubiertos uno de ellos acabó cayendo en una silveira todo pinchado.

Ahora, Casellas espera que la película guste en Málaga y que se pueda dedicar a la interpretación como su ídolo: Pablo Chiapella.

Xacio Baño, en el rodaje de “Augas Abisais”. | // X.B.

Xacio Baño se sumerge en el olvido de la Guerra Civil

Se titula “Augas abisais” y comienza hablando de la vida en las aguas más profundas de la Tierra a donde la luz no llega, donde ‘no hay nada’. Hasta ese lugar ha descendido metafóricamente el director gallego Xacio Baño en este corto documental. “Las aguas abisales son un lugar hermoso para hablar del olvido y la memoria, es un lugar para la fábula de la vida del soldado”, de un militar raso que con 17 años marchó a la Guerra Civil, al frente de Teruel en 1938 desde una aldea gallega. La abuela de Xacio es la sobrina de ese soldado que “no quería ir a la guerra, que es obligado a ir” porque su familia no pudo reunir mil pesetas –una fortuna entonces– para librarlo de la contienda, subraya el director (“Trote”, su largometraje, fue estrenado en Locarno en 2018). A través de varias cartas que envió a su familia asistimos al cambio en su persona pasando “de ser un niño –que acaba su primera carta con un ¡Viva Galicia!– a un soldado que odia al enemigo”, los republicanos, muchos, niños como él. A lo largo de la pieza, acompañamos a Xacio en la búsqueda de este soldado. Se llamaba Casto Bado Fernández. Vemos también el escarpando y pedregoso Barranco de la Hoz, en Guadalajara, que separaba los dos bandos. Visitamos el museo de la Guerra Civil de Sarrión (Teruel) cuyo alcalde asegura que en junio de 1938 “aquí murieron a camiones”. Con la pieza, nos preguntamos dónde descansan los restos de Casto. La única persona autorizada a recoger su cuerpo fue su padre que, por miedo, no se atrevió a ir al frente. Esa decisión, seguramente, contribuyó al olvido de Casto para la familia posterior. Xacio, en declaraciones a este diario, reconoce que se cruzó con sus cartas de casualidad, en el desván, junto a material de guerra de propaganda de una empresa de Burgos que proponía hacer un mausoleo para el soldado caído, además de su certificado de defunción y un certificado corroído ya por el paso del tiempo que certifica que “dio su vida por Dios y por la patria”. “Las películas hablan de gente que cambia el mundo. Mi reto era hablar de alguien anónimo. que no hizo nada destacable. Fue uno de tantos que murió, que no salvó vidas y que seguro que no mató a nadie”, concluye Xacio.