El príncipe Enrique y Meghan Markle participaron ayer en el último acto oficial como miembros de la familia real británica. Los duques de Sussex asistieron en la abadía de Westminster a la celebración anual de los 54 países que integran la Commonwealth.

La ceremonia, presidida por la reina Isabel II, había despertado especial interés por tratarse de la despedida de la pareja y por ser la primera ocasión en que reaparecían públicamente, junto al resto de la familia real el anuncio de su marcha. Entre Enrique y su hermano Guillermo apenas hubo un imperceptible saludo, cuando los duques de Cambridge tomaron asiento delante de ellos en el templo. Catalina tampoco disimuló su frialdad. Era el fin, más traumático de lo esperado, de un capítulo imprevisto en la monarquía británica.

A partir del 31 de marzo el nieto de la soberana y su esposa no podrán usar los títulos de alteza real y no recibirán dinero del erario público británico. Desde esa fecha el gobierno de Canadá, país en el que se han instalado con su hijo Archie, dejará de pagar por su seguridad. La factura se eleva a varios millones de libras al año y aún está por decidir quién se hará cargo de ella.