El concierto se grabó dos noches consecutivas, en enero de 1972, en una iglesia de Los Ángeles. Una joven pero ya consagrada Aretha Franklin, vestida con túnica y concentrada, lleva al éxtasis a los feligreses canción tras canción en un recital de góspel que ha tardado 46 años en ver la luz.

Las sesiones fueron filmadas por un equipo de rodaje liderado por Sydney Pollack, pero el oscarizado director de "Memorias de África" o "Los tres días del cóndor" cometió un error de principiante, no utilizar claqueta, con lo que una vez en la cabina de edición se encontró con cientos de tomas de video y de audio sin sincronizar.

Mientras el disco resultante, "Amazing Grace", fue un bombazo inesperado para una diva que llevaba años fraguando éxitos pop, las bobinas rodadas por Pollack languidecieron durante años en algún almacén hasta que la historia llegó a oídos del productor musical Alan Elliott, un apasionado del góspel y de ese álbum.

Convencido de que con la tecnología del momento el problema de los audios podría resolverse, y con el beneplácito de Pollack, Elliott se endeudó para adquirir los derechos en 2007, pero entonces empezaron las verdaderas dificultades, un embrollo legal que nadie parece querer aclarar del todo.

Según Elliott, que figura como co-director del documental, el mayor problema fue "el orgullo" de Sydney Pollack. "Era un hombre orgulloso, no quería admitir que se había equivocado y difundió la idea de que había un problema con el contrato de Aretha, hasta tal punto que ella misma se lo creyó".

Al final los familiares de la estrella, fallecida en agosto de 2018, dieron el visto bueno al documental, que se estrena en España este viernes. Sorprende ver entre el público los rostros de unos jovencísimos Mick Jagger y Charlie Watts, embelesados. También están su padre, el reverendo C.L Franklin, y la cantante Clara Ward, una de las grandes influencias de Franklin.